martes, 1 de enero de 2019

Into to inferno

Ayer me pareció un buen día para ponerme a ver “Into the inferno” (Werner Herzog, 2016), aunque sólo fuera para confirmar eso que dice el mismo Herzog: que nada es permanente, ni el suelo sobre el que pisamos.

Me quedo atrapado por el tono rítmico de la voz, en un inglés muy inteligible, con el que Werner Herzog narra las cosas tan impresionantes que narra en sus documentales. El principio de esta película se suma, así, a tanto documental que tiene ya rodado por todo el mundo, siempre con una historia extraordinaria explorada y explicada de forma que se te queda grabada.
Clive Oppenheimer, el simpático vulcanólogo -al que conoció en su documental sobre la Antártida- en el que se apoya durante casi todo el film Herzog.
Una escena de las rodadas, sin Oppenheimer, en Corea del Norte. Aparece hasta una en Pionyang, por la que descubrimos que en las estaciones de su suntuoso metro se siguen empleando jefes de estación (en este caso una mujer) que señalan al maquinista cuándo puede ponerse en marcha el convoy. Pero el centro de interés es un volcán situado en la frontera con China, donde el fundador de la actual saga gobernante se “resistió a la invasión de los imperialistas japoneses”.
De éste supongo que uno recordará esas fascinantes imágenes de dos de los tres volcanes siempre activos del mundo, en los que se puede ver directamente magma en su cráter. Pero a mí me suelen quedar grabadas también las breves historias, quizás tangenciales, con las que suele complementar lo mostrado. Aquí, por ejemplo, la de esa pareja de fotógrafos franceses especializados en erupciones volcánicas, a los que vemos joviales, actuando como inmortales, en una filmación... para saber a continuación que fallecieron poco después, entre 41 personas, atrapados en la violenta e inesperada erupción de otro volcán.

En África, encontrando fragmentos de hueso de un homínido de hace 100.000 años. Oppenheimer está con el teatral paleontólogo.
No es, me parece a mí, “Dentro del volcán” de los mejores documentales de Herzog, pese a sus muchos hallazgos. Me da la impresión de que se dispersa demasiado, con esa derivación a un yacimiento en África con un paleontólogo norteamericano bastante histrión, o a ese volcán apropiado míticamente por el régimen de Corea del Norte, aunque esta última historia, por sí sola, podría constituir todo otro documental.

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