En esta ocasión un paseo por los cafés parisinos de los 70/80 atendiendo a los que practicaba Jean Eustache o hace aparecer en sus películas. Eso es la entrada “Bistrot” de su “Diccionario” (Éditions Léo Scheer, 2011).
Para no reproducir toda la escena me ceñiré a los parisinos, cuartel general de él mismo con sus compinches y de la troupe protagonista de “La maman el la putaine” (1973):
“Del café Jean Eustache ha hecho su segunda casa –dice Rémi Fontanel, una vez más autor de la entrada-. Un punto de caída (…), de encuentros amorosos y amistosos; también un terreno de caza; un sitio para escribir las ideas de posibles escenas de un futuro film; un teatro de la palabra para contar las felicidades y las desgracias de la vida, los milagros del cine. A Eustache le gustan los establecimientos que tienen un cierto cachet, y los privilegia. Acompañado de Schuhl, Picq o Biaggi, hace regularmente el mismo circuito, el de los sitios frecuentados por intelectuales y artistas de todo tipo: Le Select, La Coupole, el Rosebud y La Closerie des Lilas, que forman el cuarteto, por orden, de la velada nocturna típica, de un ‘sistema de costumbres, de una errancia sedentaria’, esencialmente en el corazón del barrio de Montparnasse. El ambiente acogedor de los años 30 lo encuentra Eustache en el Bazar (rue des Écoles, en el V) y en la brasserie Mollard (VIII). Tiene también la costumbre de ir al Munich (…). Entre 1975 y 1979, La Closerie des Lilas se convierte en un refugio: cena cada noche, e incluso tiene ahí ‘su’ mesa.
Los personajes de sus films son también clientes asiduos. Del Flore principalmente en ‘La maman et la putaine’, donde Alexandre y Véronika se ven regularmente sin abandonar sin embargo los otros lugares del Barrio Latino. (…) Más que un simple decorado, el café es el sitio donde separarse o reencontrarse (Alexandre, Gilberte y Verónika en la terraza de los Deux Magots), un espacio intermediario que puntúa un recorrido urbano (un bar al azar tras el Train Blue en un paseo nocturno), el lugar del intercambio verbal sobre temas controvertidos sobre el estado del mundo o el del silencio tal que lo expone Verónika en el Flore: ‘Cuando se está bien con la gente, se puede quedar en un café, hablar o callarse’… (Allí) los personajes observan el mundo, lo comentan, disecan su frágil existencia, bromean y pasan el tiempo. Pues practicar los bares es un oficio, releva una cierta filosofía de la vida.”
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