Hará unos treinta años hicimos el recorrido nocturno ferroviario Estocolmo-Copenhague. Fuimos a coger tarde los billetes y ya no había en coche-cama. Como habíamos visto lo modernos y confortables que eran otros trenes escandinavos, no nos preocupó y pedimos un par de billetes en butaca, contentos incluso por lo que ahorrábamos. Esa noche fue una pesadilla, que aún recordamos. En nuestro vagón entró un grupo cargado con unas pesadas bolsas como todo equipaje. Las bolsas iban repletas de botellas de cervezas litronas. No pararon de beber en toda la noche. El revisor, visto el percal, se retiró inmediatamente y no volvió a pasar por ahí nunca más. Chillaban, reían, eructaban. Se sentaban en el pasillo y, apoyando en el suelo unas rebanadas de pan que traían, las embadurnaban de paté y se las comían. Se descalzaban y apoyaban los pies por encima de los respaldos de los pasajeros de su fila delantera, rozando con ellos a menudo, a posta, las mejillas de las pasajeras. No fue hasta llegar a destino, a la mañana siguiente, sin haber podido pegar ojo, que supimos que iban a un concierto de AC/DC.
Recordé anoche esa penosa experiencia, viendo “Play” (Ruben Östlund, 2011). No por sus escenas de tren, que son las más ligeras, sino por la tensión que se mantiene en todas las demás. En su caso no se trata de adultos, sino de volubles críos, tiernos infantes, acosados, casi torturados psicológicamente por un grupillo de chicos negros, que abusan de su candor, mientras los adultos que ven el problema se escabullen discretamente. El resultado es el mismo, agravado por la tensión adicional que aporta la no mencionada pero evidente tensión racial.
Es la película que más interesante me ha resultado de las pocas del ciclo “Filmoxarxa” que han sobrevivido a las inundaciones de la Filmoteca. Despistado que soy, me sonaba el apellido de su director como el de “Turist (Fuerza Mayor)” o “The square”, y me decía que su forma de hacer comportaba una continua tensión muy similar a las de esas películas, pero no fue hasta llegar a casa que me di cuenta que se trataban ambos de una misma persona.
Östlund filma generalmente la sucesión de escenas de “Play” en planos generales con una cámara fija plantada bastante lejos del supuesto punto de interés o incluso usando un teleobjetivo. Si en algún momento hay un movimiento de cámara (como es en el caso de la escena inicial en un centro comercial de Goteborg) , en vez de ser uno elegante o incisivo, se trata de un tosco movimiento hecho algo a trompicones, como si lo efectuase una máquina excavadora.
El centro comercial es, quizás, el ambiente más cálido de esta gélida película nórdica. Un tren rápido que hace la ruta Malmoe-Goteborg, diversos tranvías, sus estaciones, no-lugares y una zona campestre vecina a un entorno industrial o minero son otros de sus escenarios. Pero, para que se vea cuál es el percal, una gris escarcha cubre la hierba y desprende un cierto vapor que apaga los colores de la escena rodada en el campo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario