miércoles, 3 de octubre de 2018

“Miquel Porter Moix, la república de la llibertat i el bon humor” en los premios Nunes


Empecé el relato de lo visto ayer en la Filmoteca por el final, por esa película India sobre viejos cines ambulantes que, sin ser una gran película, me atrajo tanto, presentada por el presidente del Cineclub Amics del Cinema de les Valls de Ribes, anunciando un nuevo año del esforzado festival Gollut. Pero antes, a última hora de la tarde, también hubo otra sesión ligada con los cine-clubs. Se inauguraba la Setmana del Cineclubisme, la Federación Catalana de Cineclubs entregaba los premios Nunes y se estrenaba un documental sobre Miquel Porter Moix.
Los premios José María Nunes, consistentes en una botella de vino, por aquello de recordar “Noche de vino tinto”, se desglosan, como la Santísima Trinidad, en tres:
El premio a una persona o entidad especialmente favorable al hecho cineclubista se otorgó al Festival L’Alternativa, que tiene los motores de su próxima edición ya más que calentados. Justificando de pleno el acierto del premio, una de sus directoras, Cristina Jaume, que lo recogió, definió al festival por su espíritu de cine-club muy gordo. Este año, jurados del mundo cineclubista de todo el mundo, volverán a discernir entre sus películas a concurso y entregar en él un nuevo Premio Quijote.

El premio al hecho destacado cineclubista fue a parar al Cineclub Dioptria de Figueres, por todo lo organizado en la localidad alrededor de “El médico de Lampedusa”. Al cineclub fueron destinadas las programaciones gratis que Avalon ofrecía para completar el premio, pero Xavier Cairó se apresuró a explicar que el vino de la botella se lo tenían que repartir por un amplio grupo de instituciones (la Cate, la Biblioteca y Figueres a Escena), pues entre todos, cada uno en su especialidad, colaboraron en dar su visión al tema.

Por último, el premio al mejor film catalán del año, votado por los Cineclubs federados, fue a caer a Estiu 93. Con tanto premio ya recibido por la película, su autora no sé si tendrá aún espacio en la estantería para la botella de vino tinto.

Pero el festorro no acabó ahí, ya que la sesión concluyó con la primera visión del documental “Miquel Porter Moix, la república de la llibertat i el bon humor”, que producida por Paco Poch para TV3, tiene la intención de iniciar una serie, de poco presupuesto pero de calidad, sobre diferentes “homenots” de la cultura de por aquí.
Anastasi Rinos, que ha ejercido de director en un largo proceso de todo un año, presentó un documental que al iniciarse se veía que, no sé sin con menor presupuesto que la media o no, pero con mucho trabajo de producción, alcanzaba el nivel típico al que nos tenía acostumbrados TV3. Una nieta de Porter Moix, Manuela Porter, hace muy bien de hilo conductor entre los diferentes invitados a hablar de las diferentes facetas que tocó el homenajeado. Me ha gustado especialmente el momento en que los pasos de MPM por el patio de la Universidad se convierten en los de Manuela, logrando por un momento una ligera y sana confusión en el espectador.

Fueron tantas las teclas tocadas por Porter, y correspondientemente tantos los invitados (la mayoría muy populares), que lamentablemente les toca a cada uno de ellos una dosis homeopática de argumentación. De todos (excepto de uno que me toca muy de cerca, que no ofreció o del que no han dejado una frase coherente entera) obtiene Rinos una sentencia definitoria cerrada, una frase titular bien rotunda, así como la imagen de los rostros de los demás de los tríos en que se van presentando asistiendo complacidos. Por el final, supongo que para completar con “la nota humana”, Rinos ya dedica más tiempo a la numerosa familia directa, a los que les corresponden varias rondas... hasta llegar al recuerdo de sus días finales.

Se harán un par de pases más y después la incluirá la televisión pública catalana en su programación.

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