lunes, 24 de julio de 2017

Le diable au coeur

Los pescadores, apesadumbrados por la desgracia, desfilan por el puerto.

Si en el prólogo de "Judex" la música que le han puesto en la versión de la Filmoteca Shangrila (en Vimeo) dinamiza muy positivamente el serial, la de "Le diable au coeur" (Marcel L'Herbier, 1927) tiene delito, y está en un tris de conseguir que te cargues la contemplación de la sesión, sobre todo en su primera parte, donde parece que quiere ratificar el carácter burlesco, lleno de trompazos, de la acción, con una Ludivine que, abstrayéndose del ambiente enrarecido en su casa (padre borracho, madre descuidada), capitanea a sus hermanos y demás gamberros del pueblo marinero en sus alocadas aventuras. Aviso por si, llegado el caso, alguien prefiere bajar entonces del todo el sonido, porque, por lo demás, el film de L'Herbier, que no es desde luego de sus más conocidos, tiene muchos puntos de interés, y merece que uno pueda saltar sin daño ese escollo.

El título que figura en la película, con sus estudiadas letras y disposición.

Toda la película está ambientada en Honfleur, el pueblo de Normandía, situado en la desembocadura del Sena, al otro lado de Le Havre, que tanto fue pintado por los artistas de cambio del siglo XIX al XX. Y eso le confiere buena parte de su ambiente, con sus escenas con veleros, otras -las mejores, en momentos cumbre de la acción- en las que el mar se ofrece calmado tras la tensión (vista desde el calvario, por ejemplo, ya algo atenuados los remordimientos), o hasta una fiesta en la que los marineros ofrecen a su patrona sus ex-votos.
Honfleur

No hay demasiadas escenas de esas de sobreimpresiones y demás "tour de force", de las que trufaba sus películas bretonas Jean Epstein, pero alguna parece prefigurarlas, y anunciar que ahí hay buen paño para ello. En una que las recuerda, hay un cierre de iris sobre la cara de Ludivine, mientras que sobre la pantalla aparece escrito ese "mueren" que ha oído y atormenta a la chica, destrozada por creer que ha sido ella quien ha traído la desgracia. En otra posterior, recalcando los pensamientos cruzados de los enamorados cuando están separados, por un momento te viene a la cabeza -desde luego sin su perfección y redondez- una de las escenas cumbres de "LAtalante". Es en este sentido, para mi gusto, el momento de transición, de película burlesca a melodrama, el que mejores imágenes provee.
Ludivine capitanea los chavales en pos de una gamberrada.

En un momento dado, ya yendo hacia el final de su metraje, hay un cambio brusco de decorado (al cargo de los que figura, por cierto, el futuro director Claude Autant-Lara). De las modestas casas y cafés de pescadores pasamos a un "tout nouveau palace", de una modernidad aplastante, donde va a tener lugar una fiesta. En ese momento entendemos las coquetas letras art-decò de los títulos de crédito. La amplitud del espacio, pero sobre todo sus líneas rectas, barandillas metálicas, escaleras, luces, cortinas dibujadas, nos hablan de una voluntad de ligar con lo más avanzado del año de producción de la película.
La mayonesa empieza a ligar.
El perturbador café del puerto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario