Anoche, cansado de no descubrir nada realmente atractivo entre lo grabado de la televisión, decidí acudir a lo seguro. Me puse a ver, vía Filmin, "Happy People: A Year in the Taiga", un documental sobre los trabajos y la vida a través de las estaciones del año de los aislados cazadores de la traiga siberiana. Un Werner Herzog del 2010 que no había visto.
En su trineo, sorteando los árboles de la taiga. |
La versión de Filmin tiene una cosa bastante molesta. Cada vez que el cazador nos cuenta a viva voz en su idioma alguna cosa, los subtítulos que leemos no son la traducción directa de lo que dice, sino de lo que dobla en alemán un locutor. Un procedimiento desgraciadamente muy utilizado en los reportajes televisivos, a los que ese procedimiento tiene el inconveniente de acercarnos en algún momento. Pero, por suerte, es la genuina voz de Herzog la que oímos describiendo como sabe las situaciones a las que se enfrentan esta gente, sin que en esas ocasiones se le superponga la de ningún locutor.
Preparando una trampa. |
Repaso ahora mentalmente las escenas que tuvieron el poder de clavarme ante el monitor, siguiendo atentamente unas historias en todos los sentidos tan lejanas, y son muchas, que se recordarán, como sucede siempre con los documentales de Herzog, toda la vida. Te admiras de la destreza del cazador en el uso de sus limitados instrumentos, en medio de un paraje rebosante de nieve y a temperaturas que nos parecerían insoportables reparando una cabaña sobre la que ha caído un árbol, o preparando trampas a lo largo y ancho de una enorme superficie, como, en época ya climáticamente más soportable, de la de él mismo fabricando una cuña, o la de otro haciendo una canoa, o un agujero en el hielo para poder pescar durante el invierno.
El cazador nos cuenta cómo empezó con ese tipo de vida, nos habla de los perros que ha tenido,... |
Pero lo que más te impresiona es, diría yo, todo aquello que denota la enorme soledad en la que se encuentra el cazador, recorriendo sus puestos avanzados -que no sabes cómo localiza- a una distancia que, puesta en un mapa reconocible por nosotros, nos dejaría perplejos. En esas condiciones, las referencias a sus perros -su única compañía y principal ayuda en su trabajo- son quizás las más emotivas. Una escena: Por fin de año, el cazador regresa, en medio de una profunda oscuridad, al poblado, a reunirse con su familia, a la que apenas ve nunca. Va en una moto de nieve por esa extensa autopista que constituye el río helado. Son 150 Km. Su perro sigue al trineo o corre a su lado toda la distancia, pues nunca lo deja subir al trineo, como tampoco entrar a dormir en ninguna de sus cabañas.
El perro del cazador, corriendo, noche cerrada, junto al trineo de du amo, que se desplaza por el río helado. |
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