“Il me manque Pialat”, le he soltado a un amigo aún impresionado, como yo, tras haber visto de nuevo “Nous ne vieillerons pas ensemble” (1972), que iniciaba en la Filmoteca una imprescindible restrospectiva de Maurice Pialat.
Como siempre en Pialat, recogiendo una comida hace mucho iniciada, ya casi por su final. |
El plano inicial, sostenido, ya avisa de una película con ánimo de ser popular, pero que anuncia un cine nuevo: Marlene Jobert, callada, mirando al techo, pensando, despierta en la cama mientras a su lado duerme Jean Yanne. A continuación, en el siguiente plano, ella al día siguiente en la sala manejando un sonoro secador que ríete tú de “Jeanne Dielman...” (Akerman) mientras él contempla el panorama desde la ventana. Luego, toda la película sigue los encuentros y desencuentros de la pareja, que se tiran los trastos por la cabeza y vuelven, como por arte de magia, a reconciliarse.
El rodaje del personaje de Pialat por Marsella y la Camarga nos traslada unas magníficas escenas documentales. |
Como en otras películas de Pialat hay bailes impagables, comidas que aclaran muchas cosas, personajes pueblerinos en su salsa como, en todo caso, habría sabido filmarlos sólo Jean Renoir. Un personaje que encarna Jean Yanne (de una corpulencia y fisonomía muy parecida a la del propio Pialat) de lo más inestable, capaz de lo peor y de lo mejor, que me ha hecho ver que se podría (¡por qué no!) tratar del niño de “La infance nue” ya crecido. Y nunca una secuencia convencional, hecha para enlazar, aclarar, hacer querer a uno u otro.
Decididamente, nos hace mucha falta Pialat.
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