Ya por el principio de "Loulou" (Maurice Pialat, 1980, hoy en la Filmoteca, dentro de otra sesión de esa retrospectiva magnífica iniciativa de L'Alternativa), una pareja entabla una batalla campal, a mamporro limpio uno contra el otro. Sin condición de continuidad, al poco rato se les ve la mar de acaramelados. De comportamientos de estos contrapuestos, actitudes totalmente contradictorias, está llena la obra de Pialat como, iba a decir, lo está la misma vida.
Primer largometraje de Maurice Pialat cuyo título no explica a la perfección su contenido (como sí - y muy bien- lo hacían "La infancia desnuda", "No envejeceremos juntos", "La gueule ouverte" o "Passe ton bac d'abord"), "Loulú" es el nombre de un voyou, un bruto al que para acabar de definirlo Pialat le hace hasta soltar eructos en bastantes ocasiones, del que se encapricha la auténtica protagonista, encarnada por Isabelle Huppert, que procede de una familia mucho más adinerada. En algún momento del film a él (Gerard Depardieu) se le ve satisfecho, como un sultán en medio de su harén.
Es muy bueno eso de volver a ver las películas del director por orden, porque vas notando cómo confirma su forma de hacer y evolucionar, al tiempo que ves como va cambiando el rango de edad y circunstancias de los que va a hablar la correspondiente pieza. Aquí ha tocado a una poca gente joven, de dos clases sociales diferentes, en plenos desórdenes amorosos, ella rozando una posible maternidad y enfrentándose a lo que eso puede comportar.
Y quien quiera reseguir en el film la firma de Maurice Pialat, incluso más allá de su forma de avanzar en el relato de una secuencia a la siguiente, o de esas actitudes ahora hacia aquí, ahora hacia la dirección opuesta de sus personajes, puede disfrutar de lo lindo: Señoras que no son decididamente actrices profesionales interviniendo con muy buena fe en las peleas internas de la pareja, gente que tiene unos prontos inusitados, un baile en una discoteca que desencadena venga conflictos, y una comida que, aunque se hace esperar bastante, cumple con todos los requisitos, comportando también al mismo tiempo el retiro de la ciudad y del ajetreo, para entrar en un medio popular, pasándolo en grande con la comida y bebida, acompañada de reflexiones de momentos de reposo y reconsideración de las cosas.
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