No había visto aún “The act of killing” (Joshua Oppenheimer, 2012) y “para darme una tarde de asueto” la he ido hoy a ver en la Filmoteca.
Sabía que iba a encontrarme con los asesinos de miles de indonesios vanagloriándose de sus fechorías. Es extraña la sensación de horror y a la vez de atracción que provoca una cosa como ésta. Supongo que la sorpresa, la incredulidad de toparse con alguien confesando algo así abiertamente, para a continuación descubrir que no se trata sino de unos impresentables desgraciados, tiene algo que ver.
Pero visto el film, aparecen en él unos personajes más que repulsivos exhibiéndose obscenamente, hasta escenificando con maquillaje de cinema gore cómo actuaban. Parecen sacados de una más que mala película. Pero es que, a mi entender, “The act of killing” es un horror de película, por lo que muestra y por cómo lo hace. Sé que para la opinión mayoritaria es lo contrario, pero a mí me interesó mucho más, sin tanta pantomima de terror cutre e imágenes de cine musical, su “segunda parte”, “La mirada del silencio” (2014), en la que Joshua Oppenheimer grababa limpia y directamente a ese indonesio yendo a conocer a los verdugos de su hermano. Sin la representación abominable, todo vestuario y maquillaje, que hay en ésta, que apenas me ha servido para saber de la aterradora existencia de la Juventud Pancasila, una fascista organización paramilitar, con tres millones de seguidores, apoyada por el gobierno indonesio, que sigue considerando la doctrina de que el mejor comunista es el comunista muerto.
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