Creo que es lícito temer que el exceso de una película que son en realidad tres, como es el caso de "Las mil y una noches" (Miguel Gomes, 2015) sea una demostración del endiosamiento de un director al que se ha aupado muy arriba y ya se le permite todo. Pero resulta que se inicia de una forma que aúna el necesario documental sobre la crisis (impresionantes escenas y voz en off sobre el mazazo a los astilleros como fuente de trabajo y fortuna), la peculiaridad del cine de Gomes (apareciendo él mismo reconociendo no saber qué hacer, mezclando una película sobre la crisis de los astilleros y la misteriosa invasión de la abeja asesina y los métodos ideados para acabar con ella) y el cine clásico narrador de historias fantásticas, dejando claro que Miguel Gomes no es un bluff.
El inicio de su primera parte ("O inquieto"), que se ha pasado hoy por la Filmoteca previamente a su estreno en salas comerciales, me ha recordado otra película de joven realizador portugués de la que guardo un muy grato recuerdo, "É na Terra, nao é na Lúa" (2011). En ésta Gonçalo Tocha filmaba desde una oscilante barca la isla de Corvo, la más occidental de las Açores, y prometía entrar en todos sus rincones para rodar y dar cuenta de cada uno de sus aspectos. En "O inquieto" Miguel Gomes rueda desde una barca los muelles de los astilleros, donde se acumulan montañas de gente que se han quedado sin trabajo. Mientras la cámara oscila con las olas, en off alguna de estas personas explica el proceso seguido hasta esta situación. La isla de Corvo, la crisis portuguesa y europea: dos objetivos de la mirada de renovadores cineastas.
Transcurrida la bastante larga introducción general, empiezan a sucederse -anunciadas por unas imágenes sí muy ligadas a unas atractivas y exóticas Mil y una noches-, historia tras historia. Alguna de estas historias deja en evidencia mecanismos asociados a la crisis de forma algo grosera; otra recuerda los inicios de Gomes, bomberos incluidos, en "Aquel querido mes de agosto"; en otros predomina un cierto disparate algo tontaina, pero incluso pegados a alguna de estas últimas, aparecen relatos punzantes como el del personaje de la imagen. La cámara se le va aproximando, para permanecer finalmente, de forma sostenida, en un plano medio fijo mientras ese señor explica de forma templada, pero demoledora, la evolución de su situación.
Mañana y pasado, la segunda y tercera parte.
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