sábado, 28 de mayo de 2016

O desolado


La primera historia de “O desolado”, el segundo trozo de “Las mil y una noches” (Miguel Gomes, 2015), con su pantalla panorámica y su Simao Sem Tripas, el forajido que transita solitario por la sierra, me ha recordado a ciertas películas del Cinema Novo brasileño. Pero luego hay un cambiazo: Desde un ambiente acomodado una hija telefonea a su madre para avisarle que ya ha superado a satisfacción uno de los hitos de su vida.
La madre es juez, y preside a continuación un juicio bufo, lleno de personajes de farsa, utilizado para, en otro giro, establecer una fuerte denuncia a los ataques a los servicios públicos perpetrados los últimos años en Portugal y tantos otros sitios.
Y así sigue, colocando de tanto en tanto una canción pegadiza, y demostrando el poder de ensoñación del cine. Las más de dos horas de este trozo central de la película acaban con la presentación de una serie de historias cortas ambientadas en una torre de una especie de Ciutat Meridiana portuguesa, con el nexo común del simpático perrito Dixie, que va cambiando cada día de abrigo. Son sólo tres días viendo “Las mil y una noches” (mañana la última parte en la Filmoteca), pero así, a base de historias y más historias, podríamos estar tres meses, y seguir ahí pegados. Yo me apunto.

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