Sólo tres episodios, ambiente gris años 50 en un Dublín generalmente oscuro por ser de noche o estar lloviendo. Un protagonista mayor, hecho una piltrafa, trabajando en un hospital prestigioso, pero en su sótano, y de forense, analizando cadáveres, cuando no hundido en su alcoholismo. Una guapa chica que parece escoger siempre al chico equivocado.
No acaba ahí. También familias adineradas, en altos estratos políticos, que en algún momento, por aquello de mantener el prestigio, han dado un paso en falso.
Con estos mimbres está elaborada la serie de la BBC "Quirke" sobre las novelas de Benjamín Black con un guión de, entre otros, John Banville (que no Black...). Y con Gabriel Byrne.
La serie no es de una alegría como para salir bailando tras la visión de unos capítulos que conviene ver de uno en uno, porque te dejan alguna que otra víscera tocada, que se resiente en el periodo postoperatorio, hasta que el cuerpo te pide otro capítulo.
Su solidez te va conquistando paso a paso y, por otra parte, no están los tiempos para otras muchas cosas. Ya lo decía un dibujo de Perich de la época en que se popularizó una sonrisa de extremo a extremo con el slogan de "Sonría, por favor". Un tío cazurro, malhumorado, llevaba el monigote en su camiseta, pero le había corregido la mueca. "Ir a la moda, sí, pero de hacer el primo, nada", nos decía.
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