Los "travellings" casan muy bien con las películas sobre grandes museos. Alain Resnais los utilizó a mansalva en sus documentales sobre otros grandes establecimientos, como una refinería o la Biblioteca Nacional francesa. Nicolás Philibert, en su "La Ville Louvre" (1990), los utiliza en algún momento como instrumento idóneo para dar a descubrir algo abundante, con impresión de inacabable, a sus espectadores. Sólo Wisseman no hace uso de ese movimiento. Su planteamiento va por otro lado.
En "El gran museo" (Johannes Holzhausen, 2014) vuelven a aparecer los travellings en varios momentos. Uno de ellos, magnífico, muy emocionante, sigue velozmente a un empleado del Museo de Historia del Arte de Viena (del que vemos en la película todo el proceso de una profunda reinstalación), yendo en patinete. Por lo estrecho y zigzagueante del recorrido uno diría que el cámara también iba en patinete.
Los travellings de la película, y sobre todo éste, son lo que me ha parecido más destacado visualmente de un film que debe estar hecho seguramente con una cámara de esas pequeñas que ahora se estilan, cuya óptica deforma totalmente sus panorámicas. Comparada con las otras películas sobre museos citadas, yo diría que le faltan los momentos de emoción que había en éstas. Por otra parte, el director del Kunthistorisches me ha caído mal desde el principio (compadezco a los que tengan que trabajar con él). Así las cosas, no obstante, pescas alguna que otra cosa curiosa. A mí me han gustado la secuencia del control de trampas para polillas, la de una desastrosa puja en una subasta y las de un señor que suele estar siempre comiendo queso en un piso alto del museo.
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