Seguramente lo explicaré mal, tergiversando alguno de los argumentos de los dos ponentes, pero diría que se han podido ver esbozados dos modelos de defensa contra los mecanismos del poder. Uno correspondería a la visión de Albert Recio, profesor de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y miembro muy activo del movimiento vecinal. Otro a Itziar González, arquitecta, especializada en mediación en conflictos y actualmente impulsora del Parlament Ciudadà.
Era el acto que cerraba "un año bajo el signo de la pasión", una serie de propuestas de todo tipo organizadas por el grupo Projecte Pasolini Barcelona, y que esperemos que abra a su vez otro ciclo de actividades de otro tipo, más centrado en reflexiones sobre la situación política, social, artística actual y las áreas de intervención existentes.
Josep Torrell ha presentado inicialmente el corto "Un poder sense límits", del que es coautor, y que ya se presentó en un acto previo en el mismo Istituto Italiano di Cultura. Se trata de un corto de montaje que evidencia los abusos a los que puede llegar -contra los propios cuerpos de las personas- un poder sin el necesario control democrático.
Albert Recio ha partido de ahí, situando los casos del cortometraje como extremos, pero declarándolos, a otra escala, presentes en todos nuestros ambientes. Se ha detenido en pintar cuáles eran, en su opinión, las estrategias del poder, empezando por una primera, muy extendida, que es dejar claro al que sufre el poder que no tiene escapatoria, que no hay alternativa posible, y que debe pasar por el aro. Luego se ha centrado -es su especialidad académica- en el mundo de la empresa, señalando que en los manuales de economía nunca se habla de su estructura de poder, profundamente jerarquizada y nada democrática. De paso, ha indicado otra obviedad, pero que no está nunca de más recordar: que todo lo que se explica en las facultades de economía es pura ideología. Y ha explicado el modelo que los teóricos neoliberales tienen previsto para el mundo universitario, pero también extensible a los hospitales y otras muchas instituciones. Buscan una Universidad (Hospitales, etc) formada (formados) por cuatro rutilantes estrellas de rock y toda otra serie de subalternos pululando por la más absoluta precariedad. Contra eso no hay más acción posible que intentar vencer el aislamiento al que quiere someter a los individuos el poder, buscar la asociación, la unión de la resistencia. Ha acabado con un lamento. El fracaso estrepitoso de la experiencia soviética ha dejado a la izquierda totalmente desarbolada. Está claro -ha dicho- que la izquierda va y debe ir contra el mundo capitalista, pero ¿a favor de qué?
Itziar González Virós, por su parte, siguiendo una línea muy suya, se ha detenido en la etimología de la palabra poder. Parece que viene de "poti", algo así como el señor de la casa, que era quien establecía las reglas para vivir en ella. Poco después ha explicado su miedo al ver que el ejercicio del voto es sólo para delegar las decisiones en alguien de un partido político, afirmando que estaría muy bien emular a no sé qué tribu, que elije a un jefe cuya obligación es, una vez elegido, no hacer nada. Y ahí se centra su planteamiento: no se debería delegar el poder, sino difuminarlo, implicar a todo el mundo a pensar por sí mismos, a politizarse. La tarea principal sería para ella abrir espacios de discusión, evitar ese mecanismo del poder, controlando los medios de comunicación, que conduce a un discurso único, banalizado.
En el coloquio han vuelto a aparecer dos miedos: Albert Recio ve, dentro de todo, posibilidades en el ámbito del sistema político actual, que no se dan en el mundo de la empresa, donde reside el auténtico poder, el económico. Itziar González sitúa el verdadero problema en la falta de cultura política, que es lo que conduce a la gente a estar al servicio del poder económico.
Albert Recio ha hecho notar la paradoja de un poder económico que requiere la máxima flexibilidad de los trabajadores, mientras que los mismos grandes empresarios claman por la estabilidad política para su existencia y buen funcionamiento.
Itziar González ha dejado claro que para ella no se trata de discutir de si debe haber una vieja o nueva política, sino de llegar a otra. La clave siempre: redescubrir al otro.
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