viernes, 3 de octubre de 2014

El amor es un crimen perfecto


Buscando esa entelequia del cine europeo standard, que antes se encontraba con cierta facilidad, he visto que hoy aún podía verse en el Cinema Maldá la última película de los hermanos Larrieu, “El amor es un crimen perfecto” (2013), y hemos encaminado hacia allá nuestros pasos.
Una trama ligeramente policiaca que oculta otra de quizás mayor calado, con tintes familiares y psicológicos; paisajes de montaña invernal junto al lago Léman; espectaculares arquitecturas tradicionales y –sobre todo- modernas; Mathieu Amalric llevando un taller de escritura universitario, asaetado continuamente por sus alumnas y soltando de tanto en tanto sonoras frases inmortales; Denis Podayles bordando su papel de patético hombre gris y un ramillete de jóvenes y bellas actrices… Todo, incluida esa pizca de locura que hace recordable a un film, parecería indicar que se trata de una película para tener un respetable éxito, pero en el Maldá, un cine en el que, por el precio que hemos pagado para la sesión de ésta se podían hoy ver hasta cinco películas, éramos cuatro gatos.
Habrá que embriagarse un poco, como el personaje de Amalric parece que hace conduciendo al vaivén de las curvas de la carretera que, entre hielos, le lleva hasta su casa, para taparse aún un poco más los ojos y no darse cuenta de que esto del cine como lo entendíamos ya pertenece al pasado.

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