Si he de decir verdad, creo que no he visto entera nunca “El exorcista”. Desde luego no lo hice en el cine cuando se estrenó, quizás si después, pasados los años, por televisión.
Eso no quita para que me hayan acribillado mil veces con la secuencia de la niña en pleno ataque de rabia hablando con voz ronca, como girada, vomitando puré de guisantes o algún plano nocturno de esta siniestra escalera que, ya que estábamos por ahí, pasamos a visitar, para cruzarnos con unos cuantos adolescentes o eternos adolescentes que, mucho más inteligentes que nosotros, en general la recorrían de arriba a bajo, y no subiéndola.
No sé si puede verse bien en las fotos, sacadas en uno de los paseos que hicimos por Washington D. C. el pasado mes de diciembre, pero tiene unos escalones de cemento muy bastos e interminables.
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