Acabado de salir del horno, aún tardará unos días en verse por librerías, ayer Martí Rom me hizo entrega de este nuevo libro, “La perspectiva infinita. Més enllà del cinema” (Arola Editors, 2024), que desde luego leeré con avidez.
Enseñando ayer su cubierta, Martí Rom contó una cosa divertida. Su nieto, de tres años, vio la cubierta del libro, y reconoció en ella a su abuelo. Como no le veía la cara, le dio la vuelta al libro, para ver si aparecía en la contra cubierta.
Una segunda inspiración -continúa- sería la de Magritte, aunque le he chafado un poco la cosa afeándole que no llevara bombín. Y, puesto que se trata de un libro de cine, yo le he sacado otra posible interpretación: podría tratarse de un “falso culpable” de los que tanto gustaban a Hitchcock, que parecía identificarlos para sus seguidores con un plano como el de la foto, de cogote.
Mi experiencia sobre la lectura de cosas de cine será, seguramente, bastante común: Inicialmente compraba y leía todos los libros de cine que mi economía me permitía. Había mucho entonces de sólo “documentación” (diccionarios, libros que eran básicamente fichas de películas) que, con el tiempo, han perdido todo interés, pues sus datos se suelen encontrar sin problemas en internet. Luego también empecé a ver que no bastaba con hablar de cine o de películas -incluso de películas buenas- para que la lectura fuera interesante. Quien escribiera debía currarse un poco la cosa y lograr el interés del lector. Últimamente casi sólo compro libros que, si hablan de cine, lo hagan aportando ideas propias del autor que se vean realmente personales y de interés, sin repetir las monsergas habituales, como prolongando el “copiar/pegar” que nutría muchos textos de cine de mi juventud. Esos o bien otros que tengan del cine una visión integradora con otras cosas.
Marti Rom ya debía tener en su cabeza desde siempre esa idea, porque él mismo ya entonces escribía análisis exhaustivos de películas o desde puntos de vista inauditos (y por ahí estaría lo que escribió sobre las de Eisenstein, sobre el “2001. Una odisea del espacio”, o sobre Pasolini -éste último en “Cinema 2002”- por ejemplo, que no se parecían a nada de lo que se pudiera leer por entonces sobre ellos) o bien entrecruzaba sus pinceladas sobre películas vistas con otras miradas a temas colaterales sorprendentes que le suscitaban la visión de esas películas.
De este último estilo son la mayoría de los otros textos que veo aparecen en toda la primera parte del libro en cuestión, que proceden, en general, de la sección “La perspectiva infinita” que llevó en “Nueva Lente”, “Cinema 2001” y “Fulls dels Enginyers”. Como viví esa experiencia, puesto que llegué hasta a participar con algún texto para esa sección en algunas de esas publicaciones, puedo decir que se trata de textos difícilmente localizables -¡a ver quién localiza hoy los escritos del boletín interior de los ingenieros!- y la mar de sugerentes. Veo que incluye, por ejemplo “La mirada y la mort” (página 75), donde sacaba punta a esa idea de que en los ojos de los muertos violentamente podría llegar a descubrirse, mediante un análisis concienzudo, la identidad de su asesino, que podía haber quedado registrado en la pupila de ese ojo.
Sonriendo, sobre todo esto ayer dijo que ya tenia slogan para anunciar el libro: “Textos raros sobre cine, textos sobre cine raro”. Un slogan que, al menos para mí, desde luego sí incitaría a la lectura.
Una serie de textos que, por un motivo u otro, se mantuvieron inéditos nos llevan hasta la segunda parte del libro y, de hecho, la que le condujo al motivo de esta edición, que no es otro que rendir homenaje a los que él llama sus hermanos mayores, los que le condujeron, con su maestría, por estos andurriales.
Dos de ellos estuvieron toda su vida muy relacionados con el cine. El tercero sólo parcialmente, habiéndose dedicado toda su corta vida (murió antes de cumplir cuarenta años) a la Literatura. Los tres, dice Martí Rom, le sacaron de la tontería en la que vivía, arrastrándolo a otros mundos. Estoy hablando de, por un lado, Joaquim Romaguera y Llorenç Soler y, por otro, Raul Ruiz.
Para ellos son, como digo, los últimos textos del libro, los más extensos y recientes.
Tras releer o leer por vez primera, pues hay capítulos inéditos y otros que no recuerdo para nada, todo el libro, volveré a hacer los comentarios que ahora no puedo.
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