jueves, 4 de abril de 2019

Las dos inglesas y el continente

Sabiendo de mi debilidad por “Las dos ingressa y el continente” (François Truffaut, 1971), cada vez que salía a colación esa pelicula me decían que tenia que leer esta “Dos inglesas y el continente” (Henri Pierre Roché, Libros del Acantilado, traducción de Carlos Manzano, prólogo de Antoni Marí), la novela de la que surgió el film, pero además en esta edición, me aseguraban que impecable. Por fin acudí a ella y anoche acabé su lectura.
Una de las cosas que se desprende de la película es la importancia que tienen en ella las cartas, la lectura de diarios personales. No podía suponer, no obstante, que la novela estuviera fabricada y articulada precisamente única y exclusivamente por estos elementos: No existe narración. Todo lo que aparecen son la sucesión, más o menos cronológica, de la correspondencia entre sus personajes y las notas de diario de los principales de ellos. A lo largo de la lectura, viendo todo ese entramado, me he dado cuenta de la enorme labor de selección y adaptación que hicieron Gruault y Truffaut, pues es verdad que su película se articula a través de unas cuantas y significativas cartas y entradas de diario, pero es una voy en off la que lleva en realidad la trama y las cartas y diarios no lo invaden, ni mucho menos, todo. Un todo, por otra parte, ahora veo que enormemente simplificado.
Roché diferencia a los personajes a través de su escritura. Apenas definido, quizás el más ajeno, el de Mrs. Brown, madre de las dos inglesas de inicios de siglo. Autoritaria, decisiva, con un carácter me pareció muy diferente que en la película, el de su amiga Claire, la madre de Claude. Directa, práctica y decidida, siempre dispuesta a adentrarse en el mundo artístico y en nuevos mundos, Anne. Con un lenguaje complicado, grafómana y extremadamente dubitativa, cambiando de opinión carta tras carta, e incluso dentro del mismo texto, Muriel. Y todo ocurriendo alrededor de Claude, el alter ego del escritor.
Si bien no me ha supuesto la novela el enorme descubrimiento que supuso para mis amigos, debo reconocer que, efectuada su lectura en pequeñas diócesis, cada noche antes de dormir, he obtenido como resultado la impresión de que la edición del libro es, en su globalidad, luminosa, meritoria, y que su lectura, además, con algún enfriamiento por su parte central, me ha resultado apasionante en su inicio y, desde luego, en toda su fluida parte final.
Los avances de unos personajes ya de por sí avanzados a su época, abiertos a un nuevo siglo, el XX, se te hacen evidentes, como si fueran el resumen de las conquistas por una nueva forma de vivir.

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