viernes, 5 de abril de 2019

Las lecciones de cine de Tarkovski


Si Tarkovski aún viviera, dando clases tendría la vida solucionada. Lo he comprobado viendo hoy el lleno de la sala grande de la Filmoteca para asistir al primer capítulo de unas lecciones que impartió entre 1977 y 1981. Si además siguiera haciendo cine, como se ha visto por el posterior lleno en la otra sala para asistir a la proyección de “El espejo”, completaría muy bien sus ingresos.
José Manuel Mouriño, de la Fundación Tarkovski España, es quien ha puesto unas cuantas imágenes (sobre todo fotografías, alguna escena) a la voz de Tarkovski, que fue lo único que se conservó de sus clases. La Filmoteca ha puesto los subtítulos.
Se ve que tienen 90 horas de grabación, de las que 40 corresponden estrictamente a lecciones de cine. Este primer capítulo contenía tres fragmentos de sus clases de 1977, con un primero más largo (45 minutos), que corresponde a una especie de clase magistral, en la que desarrolla teóricamente, sin un orden muy claro, el tema “De la idea a la realización”. Contienen todos, en realidad, disgresiones suyas, ofrecidas a alumnos ya especializados de una escuela de cine, en las que habla, de forma torrencial, de esto y aquello. Tienen la intención de ir presentando un capítulo por año de estas lecciones, que fueron, de hecho, el crisol del que sale el libro de Tarkovski “Esculpir en el tiempo”.

Inicialmente todo es meridianamente claro: empieza con una alabanza a la honestidad como pieza básica del cineasta. No se debe separar -dice- la vida de la profesión. Ambas deben regirse por los mismos principios. Redondeando el consejo, suelta entonces una diatriba contra los realizadores que se repiten, se copian a sí mismos y contra los que intentan hacerse “accesibles”, traicionando así a sus espectadores (pues no los respeta) y a sí mismos (perdiendo su autoestima). Un cineasta ha de ser, en definitiva, sincero, y nunca debe coquetear con el espectador intentando darle lo que cree va a estimar.
Después de esta enseñanza básica, pasa a explicarla con ejemplos de su propia obra (“El espejo”, que era la última obra que había presentado) y echando más tarde un par de quiebros contra Ford Coppola (que, habiendo hecho “El padrino” para poder hacer a su aire “La conversación”, resultó que hizo mejor la primera que la segunda, que salió ya también comercial) y contra la escena de la tormenta de Kosintzev en su “Rey Lear” (que no hizo vivir cinematográficamente).
Tras la proyección, al final de todo del coloquio, me han gustado y servido para afrontar “El espejo” las intervenciones de Mouriño y de Tamara Djermanovic (IUC - Institut de Cultura). Han profundizado en la esencia de Tarkovski: la búsqueda de la imagen pura, nunca de una imagen artificiosa.

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