viernes, 6 de abril de 2018

Paolo Taviani y Lina Nerli

Poca gente hoy en la Filmoteca para ver la entrevista de Esteve Riambau con Paolo Taviani y Lina Nerli. Mal, pero todavía me ha sentado peor que las tres o cuatro preguntas finales del público correspondieran siempre a italianos. Pueden haberse llevado la impresión de que no nos interesan nada a nosotros, cuando en realidad yo diría que debemos mucho a los hermanos Taviani y a su cine a mitad camino entre el reflejo histórico y el cuento de hadas o, por lo menos, la leyenda.
Para estructurar la conversación el director de la Filmoteca ha hecho proyectar tres escenas, correspondientes a tres de sus más famosas escenas.
La primera correspondía a "La noche de S. Lorenzo", sobre un hecho luctuoso de la Segunda Guerra Mundial, durante la ocupación alemana de Italia. Ha explicado Paolo Taviani que su tema les llamó desde el principio. Apenas veinteañeros, hicieron un documental sobre él, pero con el inconveniente de tenerlo que limitar a los diez minutos que era el tope permitido entonces ahí para un documental. El documental, en cualquier caso, fue prohibido, con la peregrina justificación de que podría excitar a algún grupo fascista. Pasados los años volvieron al tema, poniéndose a hablar con las familias de los muertos. Ha comentado que lo que les llevó a hacer la película fue precisamente que cada una explicaba los hechos de una forma diferente. Había pasado a entrar en la leyenda.
Leni Nerli, esposa de Paolo Taviani y responsable del vestuario de todas las obras de los hermanos ha completado la información señalando que ella ideó el vestuario del film a partir de sus recuerdos infantiles, pero que fueron los mismos actores (en buena parte no profesionales, siguiendo una costumbre de la familia) los que aportaron ropa y sobre todo zapatos para el rodaje. Eso ha llevado a Paolo a recordar la atención y seguimiento de los actores, que aplaudían tras el "¡corten!" de rigor si creían que había salido bien.
La posible sombra y maestrazgo de los maestros del neorrealismo han planeado por la sala. Valorando a la generación de la postguerra (Rossellini, De Sica, Fellini) hasta situarla al nivel de generaciones como las del Renacimiento, Paolo ha explicado no obstante que toda su generación (ellos con los Bellocchio, Bertolucci) consideraban, cuando empezaron a hacer películas, que los neorrealistas, desde sus joyas iniciales, se habían convertido en pequeño-burgueses. Su generación se planteó entonces, siguiendo el título de Rossellini, que entraba en un "Cinema, anno zero". Una nueva carretera se abría para ellos.
La segunda escena ha correspondido a "Padre Padrone". Se ha tratado de la emocionante escena en la que el protagonista, ya con 20 años, aislado con sus ovejas en medio del monte, ve pasar a los músicos y, como muy bien ha señalado Esteve Riambau, se da cuenta, a través de la cultura, de que existe otro mundo.
La tercera y última escena era de "Good morning, Babilonia", película sobre la que ha señalado Lina Nerli que fue un punto y aparte en sus colaboraciones con los Taviani. Por un lado, había presupuesto y pudo diseñar todo tipo de vestidos, pero por otro lado ha explicado que el estudio previo fue de lo más interesante, ratificándole que la libertad de Norteamérica se distinguía en ese momento hasta en la forma de vestir. En la escena seleccionada por Riambau se produce un duelo dialéctico entre Griffith y el padre de los protagonistas, desplazado a Hollywood para su boda. El viejo constructor, heredero de los del Renacimiento, afea a sus hijos que no hubieran regresado a Italia. La proyección ha tenido entonces un fallo, y Paolo Taviani ha completado el recuerdo, explicando lo que le contesta Griffith: que construir un film hoy en día es el equivalente a construir una de esas impresionantes catedrales.
Me he quedado pensando que hoy, que ya no veo que se hagan películas con el nivel de las catedrales (¿Por dónde surge "El Gatopardo" hoy en día?), no habría excusa alguna ante el requiebro del personaje que interpretaba Omero Antonutti. En cualquier caso la cosa ha servido a Paolovittorio (como parece que les llamaba Mastroiani) a hacer una bella remembranza de su padre, un hombre antifascista, que les dejó seguir su intención de dedicarse al cine. "Lo único que me sabe mal -ha finalizado- es que muriera antes de saber que la carretera que habíamos tomado llevaba realmente a algún puerto."
Ahora he visto en un reportaje televisivo que Paolo tiene 86 años. Nadie lo diría viendo su apretado programa para los dos días que pasa entre nosotros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario