Hablemos, quizás mejor, de la película que pudo ser, de la que hay ramalazos por aquí y por allá, por encima de la que parece que entusiasmó anoche a una sala Chomón de la Filmoteca llena. "Le lion est mort ce soir" (Nobuhiro Suwa, 2017) lo tenía todo a su favor, hice esfuerzos continuados por entrar ella, pero me fue imposible.
Podría llegar a entrar en la película que pudo ser, una vez recuperado de la visión de un Jean Pierre Leaud hecho fosfatina, ese viejo actor angustiado por no saber cómo interpretar su muerte durante el rodaje de un film dirigido por Louis-Do de Lencquesaing, a quién se recuerda con agrado en un papel parecido en "Le père de més enfants", de Mia Hansen-Love. Allí interpretaba a un productor asediado por problemas de todo orden y aquí, aunque se los toma muy serenamente, no está nada mal el surtido de follones que le interrumpen el rodaje.
En esa película que pudo ser estaría, definitivamente, ese encontronazo con Isabel de
Weingarten, nada menos que la actriz de "Cuatro noches de un soñador", de Robert Bresson o de "La maman et la putain", de Jean Eustache, pero, claro está, muchos años después. Hay el abrazo del encuentro, pero ella se da cuenta por la cara de él: "No era a mí a quien querías ver", le dice, cogiendo sus bolsas y yéndose. Viendo esa escena tuve yo un despiste significativo. En vez de entender el significado literal de la frase, que es el que inmediatamente se revela verdadero (porque es a una mujer muerta hace años a la que realmente quería ver), entendí que quería decir que no era a ella a la que quería ver, sino a la de hacia 50 años...
Otros ramalazos por la película me dieron la impresión de que podía conectar con ella, como esa expresión rápida de JPL que recuerda las de JPL mucho más joven, o apariciones fulgurantes, en escenas como de cuento de hadas, de ese único amor de la vida del viejo actor que murió tan joven.
Los exégetas de la película estarán moviendo la cabeza en señal de negación. Deben considerar inverosímil que no capte esa maravilla de cine dentro del cine (al margen del rodaje profesional que abre y cierra la película, la trama que se entremezcla con la explicada es la de un rodaje de una película de fantasmas por parte de unos niños bastante chapuceros y muy poco uniformes que convencen a JPL para que también sea su actor), esa poesía que emana de la sencillez de la trama y de sus secuencias. Está claro que veo el valor simbólico que tiene que uno de los más reputados directores contemporáneos, como Nobuhiro Suwa, haya escogido para protagonizar su película al que fuera el niño de "Los cuatrocientos golpes" con la intención de hacerle representar su muerte, pero me sabe mal que, signo de los tiempos, no consiga más -en mi apreciación, claro- que una sencilla plasmación de lo que a priori ya sabes leyendo el enunciado de la propuesta.
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