A la familia burguesa de “Teorema” (Pier Paolo Pasoilini, 1968) le llegaba un joven Terence Stamp y producía un auténtico descalabro, que afectaba a todos y cada uno de sus miembros. No es de la misma magnitud el descalabro que ocasiona la llegada de la despreocupada hija de la criada a la casa de los burgueses de Sao Paulo en “Una segunda madre” (“Que horas ela volta?”, Anna Muylaert, 2005), pero, como mínimo, el temblor que provoca sitúa a cada uno en su sitio, un sitio, por cierto, no muy elevado. Y, lo que es de agradecer, deja un saludable reguero de sonrisas y hasta risas entre los espectadores que repescan la película por la cartelera, como he hecho yo hoy. No por casualidad en Francia, por ejemplo, la han tildado de sorpresa de la temporada…
La causante de las risas es, fundamentalmente, Regina Casé, una actriz al parecer muy popular en el Brasil, que encarna y borda el papel de la “criada de toda la vida”, casi segunda madre (en el título español) del chico de la familia.
No es que se trate de una película de humor. Tiene una tesis que sólo ver el argumento de la cinta es fácil de suponer. Pero presenta además, dentro de su modestia global, unos cuantos puntos de fuerza. Uno es el tratamiento –incluso visual- de esas escenas a dos bandas: Por un lado la sala, donde se desarrolla una determinada acción; por otro lado la cocina, desde donde se quiere escuchar todo aquello que pueda resultar relevante. Y otro punto de fuerza, a mi entender, es esa casa, que habla claramente de la jerarquía familiar, con unas áreas de poder (dormitorio de la madre, terraza sobre la piscina), con su presencia al menos parcial como de moderno mausoleo (se diría de toda una parte suya que es como una pirámide ciega), que abriga una serie de dormitorios soterrados, alrededor del pasillo, que es, curiosamente, el que merece los únicos travellings apreciables, avanzando la cámara con profundidad hacia una escalera que llevaría arriba, a la sala, pero sin nunca alcanzarla.
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