domingo, 15 de marzo de 2015

Les batisseurs

El cineasta J. L. Guerin emplazó por estos muros al arquitecto Antoni de Moragas a ir a ver “Les batisseurs” (Jean Epstein, 1938). Tiene sentido. Quien haya visto “En construcción” recordará la figura de aquel capataz explicando cosas a otro obrero en pleno proceso de edificación (y Moragas fue ahí una primerísima fuente de información para esas escenas). Ese espectador seguro que atará cabos con el obrero de “Les Batisseurs” que, subido a un andamio junto a una gárgola de la catedral de Chartres, le hace una explicación a su compañero en las alturas: nada menos que toda una teoría de la ciudad y una historia acelerada de la arquitectura a través del tiempo.
No pareció convencer a todos la película en su pase por la Filmoteca el viernes por la noche y, sin embargo, es una de las del ciclo Epstein que personalmente más me ha interesado. En primer lugar, me sorprende y atrae su estructura, engarzando al menos tres partes bien diferenciadas:
Arranca con diferentes vistas de la imponente catedral de Chartres (alguna de ellas, en picado, mostrando allá en el suelo el reducido tamaño de algunas personas, en una comparación, pero a la vez humanización del plano, muy utilizadas por Epstein). Tomamos contacto entonces con el didáctico obrero del andamio, en diálogo con su compañero, que ve claramente que todo esto de la arquitectura se ha centrado en estar al servicio de los poderosos. Sus explicaciones sobre la arquitectura de la edad media, la época borbónica, luego la napoleónica, y así, enlaza con la voz de un narrador que acompaña a unas imágenes que llegan, en su explicación, hasta el descubrimiento del hormigón y su aplicación a la arquitectura moderna, que puede, por primera vez, enfocarse hacia las necesidades generales, y no sólo hacia las de unos privilegiados.
Pasamos luego a una asamblea del sindicato de constructores, con sus ponencias sobre la situación de su sector, y las posibilidades que se les ofrecen. Tras esa asamblea (muy reglamentada y organizada) vamos a vislumbrar, sobre el terreno, la posibilidad de que, por vez primera, las masas de pobres puedan imaginar mejores casas, servicios… y vidas. La exposición universal aparece por ahí y, antes, Le Corbusier, ayudado de un rotulador y un paflón, nos ha dibujado y explicado su concepto de la Cité Radieuse.
Es una película producida por la CGT durante el Frente Popular que, con esa estructura cambiante, permite, a partir de la base de conocimiento vertida por todo su inicio, ya lo suficientemente sólida, divulgar sus ideas revolucionarias, y lo hace con el entusiasmo que se apreciaba en los primeros films soviéticos.
No dejan de promover muchas sensaciones las películas de Epstein, y entre paréntesis diré que, oyendo las conferencias de los diferentes camaradas del sindicato en su asamblea, algo cercano al miedo me ha recorrido el cuerpo: su exposición de la crisis, los gráficos de evolución aportados, de las necesidades y problemas del momento (1937/38: paro, necesidad de inversión y actividad económica,…) suenan como totalmente actuales, y ya sabemos cómo acabó, un par de años después, todo ello.
Se me acabó el ciclo Jean Epstein, y sé muy bien que voy a tener síndrome de abstinencia. Rogativa, agradecida, a la Filmoteca: Quizás podría ir pensando en otros ciclos de gente de esa misma época: Germaine Dullac, Marcel L’Herbier, quien sabe si Abel Gance… O, en otra cuerda, Sacha Guitry, Marcel Pagnol,…

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