Fuentes habitualmente de gran fiabilidad me habían recomendado “Finis Terrae” (Jean Epstein, 1929, anoche también en la Filmoteca), y hay que agradecérselo, porque es algo serio, que puede nombrarse asociado a los grandes documentales de todos los tiempos, aunque un leve argumento la recorre de principio a fin.
Está rodada en las islas del extremo de la Bretaña francesa. Primero en el islote de Bannec, a donde un equipo de cuatro hombres –dos mayores y otros dos casi adolescentes- van a enclaustrarse recogiendo y tratando algas. Luego en la ya poblada y grande isla de Ouessant, desde donde se organiza el rescate de un herido de la primera. Un argumento y unas imágenes en blanco y negro contrastado que no pueden dejar de remitirnos al posterior “Hombres de Arán” (Flaherty).
Es el formato casi cuadrado de la foto, con ángulos redondeados el que nos muestra a los cuatro de Bannec, vestidos con pobres ropas de retales, recortando sus figuras contra el cielo o las rocas. Allí, un tonto accidente y un malentendido provoca la rivalidad entre los dos jóvenes amigos, que está a punto de dar al traste con la vida de uno de ellos.
Es también una película bretona con faro, el esbelto de la isla de Ouessant, por cuya espectacular escalera asciende el viejo doctor que quiere atisbar qué pasa en el vecino pero casi inaccesible islote de Bannec. El faro también (antes de pasar la atención a la Ouessant, con población estructurada y plagada de mujeres vestidas de negro, que le dan en la pantalla aire de hormiguero) ha servido de contrapunto en el film para mostrar que los alardes vanguardistas de Epstein han dejado poso: Pensando en cómo regresar a la isla a curarse la infección que desde un dedo se le está comiendo todo un brazo, el muchacho, afiebrado, asocia los dolorosos pinchazos del dedo a los destellos del faro de la isla a la que quiere ir.
También es notorio ver cómo Jean Epstein sabe escoger los detalles significativos que mostrar. Dos madres antes rivales están expectantes, apoyadas en las rocas que empiezan a recibir las olas de un naciente temporal, que puede hacer abortar la operación de rescate. En un momento la cámara muestra su mano, que deja caer, desfallecida, el pañuelo que atenazaba, y se ve cómo cae al mar, confundiéndose con la espuma de las olas.
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