domingo, 12 de mayo de 2024

School Privada Alfonsina Storni

El nervioso vigilante, en su garita, constata la llegada de la catequística a la Escuela.

La catequística acompaña a la nueva directora. Ambas tienen el proyecto de crear una santería en la escuela.

El encargado del kiosco de helados, que no vende ni un solo helado, en su kiosco. Ya se verá que la película está llena de actores de la escudería Seles.

Ya sólo las primeras escenas de “School Privada Alfonsina Storni” (2024) nos hacen ver de forma inequívoca que nos encontramos ante una película de Lucía Seles.
La cosa empieza, despistando bastante al personal, con un pase como de diapositivas sobre un centro, un lugar funcional, mientras se oye una grabación como de una radionovela de época.
A eso le sigue la filmación de un corrillo de compañeros de trabajo, con sus maledicencias sobre otros compañeros, hecha bajo las normas no escritas de Seles y el último García Pelayo: dejando cancha libre a la improvisación, a lo ideado por los actores.
Van apareciendo de vez en cuando, con mucha frecuencia en esta película, rótulos -recurso que era tan asociable a Gonzalo García Pelayo- con explicaciones y apuntes de un eventual narrador (más bien comentarista de todo lo que se le ocurre relacionado, aunque sea por los pelos, con lo que sale o se cuenta por la película), el propio Seles, reconocible a la legua por su español infestado de palabras de su inglés casero sino inventado, al tiempo que, por lo mismo, difícil de leer y entender Y también hay travellings marca de la casa por la ciudad, siguiendo la cámara a los personajes, en esta ocasión con frecuentes cambios de plano.
He visto las últimas películas de Gonzalo García Pelayo antes, con estos mismos actores argentinos, y es ahora que veo por completo cómo estaba haciendo cine al estilo Seles o, cuando menos, haciendo continuos guiños a sus maneras.
Luego sigue, sin la contención de los setenta minutos, pues dura más de dos horas, el seguimiento de las intrigas, de los golpes de gobierno en la fría y fea Escuela Privada centro de la acción, de las rencillas y acusaciones entre sus empleados. Todo trufado, eso sí, de puntuales cameos (papeles serios y contenidos los de los dos hermanos García Pelayo), aparición de trenes, de elementos especiales de edificios y monumentos, homenajes a los escritores chilenos y declaraciones seleanas como esa de que prefiere mil veces una estación de servicio nueva a un jardín.
Es decir: Lucía Seles en pura esencia.


En la estación (punto nodal en otras películas…) mirando “los cilindros”.

El inquietante chileno en el acto de presentación de otra nueva directora.
 

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