Me entero -con mucho retraso- de que el 21 de marzo falleció Frédéric Mitterrand.
Se acabó, pues, descubrir su especialísima voz, esa cantinela encadenada elevándose hacia el cielo, narrando alguna historia de hadas sobre gente de cine o de la aristocracia en algún perdido documental pescado por casualidad por la televisión.
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