Una consejera recibe a dos menores amigas.
Otra escucha atentamente otro caso.
Él acude a las oficinas de planificación familiar porque quiere saber si ella es virgen.
Los dos becarios (él un jovencito Emmanuel Mouret) salen durante una pausa a fumar en el balcón.
Quien haya ido viendo con agrado, como me ha pasado a mí, unas cuantas películas de las que ha hecho Claire Simon a lo largo de su vida, puede acceder ahora gratuitamente en TV5Monde a “Les bureaux de Dieu” (2008).
Me imagino a la documentalista Claire Simon yendo a ver a varias actrices para solicitarles participar en la película, interpretando a las que componen una oficina de planificación familiar establecida en un piso de la ciudad.
El éxito absoluto de Claire Simon en el empeño, entiendo que facilitado por el carácter eminentemente positivo del tema (dar a conocer la existencia de este tipo de centros y la ayuda que ofrecen a mujeres pasando una situación compleja, que requiere reflexión, atención y libertad) lo demuestra la nómina de famosas actrices que participan, con papeles cortos, pero en ocasiones muy gratificantes: Nathalie Baye, Isabelle Carré, Nicole García, Marie Laforet, Béatrice Dalle, Marceline Loridan,…
Chicas o mujeres ya maduras (interpretadas por actrices no profesionales) que no se atreven a confesar que pretenden abortar, otras despistadas sobre los procedimientos a seguir y, en general, mujeres cargadas con dramas y situaciones bien complicadas, que las colocan en un momento decisivo bien difícil, reciben en esas oficinas la atenta escucha de una u otra consejera, que les va lanzando preguntas para entender lo más posible su situación y hacer que sea la misma mujer que ha accedido al servicio la que se responda a sí misma sobre lo que realmente quiere hacer.
Es verdad que ese atiborrado piso de edificio burgués donde está ubicado ese servicio acoge a unas consejeras tan comprensivas, amables y competentes, que uno se pregunta si tendrá mínima correspondencia con servicios de la realidad, cargados de limitaciones de todo tipo y sujetos a los conflictos que surgen siempre en todos los grupos humanos, pero esta mía es, vamos a decirlo, una queja menor.
También podría parecer que ese continuo flujo de entrevistas, una tras otra, que repiten los diálogos grabados durante siete años en centros de esta naturaleza, podría hacer la sesión algo cansina. Pero ahí están, para evitarlo, actrices extraordinarias como N. Baye o N. Garcia, a las que la trama, además de su confrontación con los casos que les cuentan sus “clientes” (interpretados, ya digo, por actores no profesionales), siguen en los intervalos entre clientes, y su buen hacer actoral les permite sugerirnos, a su vez, que son ellas mismas susceptibles de historias vitales bien interesantes.
Y ahí está, también, el carácter cinematográfico -y no de reportaje televisivo- que imprime a la película Claire Simon. Basta ver, para ello, su inicio: la cámara sube en el viejo ascensor del inmueble hasta la sede de la organización. Corte a otro plano en el que distinguimos a dos crías de origen argelino fumando en un balcón y observando a los que pasan por la calle. Pronto sabremos que han salido al balcón para evitar la aglomeración de la sala de espera, y que están ahí para exponer su caso, en busca de ayuda.
O bastaría también ver, más adelante, cómo atendemos al cierre de luces y habitaciones del centro, siguiendo las dudas de una consejera que querría esperar para ver si una mujer en conflicto se decide a aparecer.
¡Ah! Me ha resultado curioso advertir que la legislación francesa debía ser en el momento de producción del film más restrictiva que la española en cuanto a condiciones para el aborto, porque transcurridas unas cuantas semanas de la falta de regla denunciadora del embarazo, envían siempre a abortar a una clínica de Barcelona con la que el despacho parece tener un concierto.
El jovial médico del centro (Michel Boujenah), explicando detalles de los condones a las chicas que efectúan una visita.
Una que ha acudido a la consulta…
Y otra, no representada por una actriz profesional.
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