Cubierta del volumen de la edición catalana.
Si había ayer una pregunta circulando entre los asistentes a la presentación de “Impugnar las normas” (Pere Portabella, Galaxia Gutemberg, 2024) unos minutos antes de su presentacion en la Casa del Libro de Rambla de Catalunya, esa era a qué hora iba a hacer acto de presencia el homenajeado, Portabella. Llegada la hora, la pregunta varió a la de si iba a ir o no.
Lo cierto es que no apareció, y todos, internamente, lo encontramos normal, tratándose de una persona que ha alcanzado ya los 97 años, que ciertamente no son moco de pavo. Pero un poco extraño sí resultó que no se dijera en ningún momento nada al respecto desde la mesa, que él no dirigiera ninguna frase en el vídeo preparado por su equipo de Films 59, que se proyectó al empezar, y que ni siquiera se leyera un escrito preparado por él para el acontecimiento. Adicionalmente, que Vicenç Altaió, en su intervención, hablase de él un buen rato utilizando formas de verbos siempre en pasado hizo recorrer un rumor y gestos de extrañeza por el auditorio.
Fue conciso y potente el vídeo de su productora, Film 59 (por ahí estaba Pascual Otal…), enlazando secuencias de sus películas e imágenes que casan muy bien con los temas que se desprenden de sus textos recopilados en el libro.
Tras la introducción efectuada por Joan Tarrida (Galaxia Gutenberg), Esteve Riambau, que es el autor del prólogo y notas del libro, además de haber efectuado el arduo trabajo de su selección y edición, recalcó -y los que en algún momento hemos conocido a Pere Portabella no podíamos sino sonreirnos y representarnos en nuestras cabezas las escenas comentadas- que no hubo decisión editorial de todo el proceso que no hubiera pasado por sus manos. Primero no quiso un libro de memorias o biográfico, escogiendo mostrar los textos que ha ido escribiendo a lo largo de su vida, tocando la cuerda cinematopgráfica, artística o política. Decidió que salieran a la vez una versión en catalán y otra en castellano, Insistió -comentó Riambau- en que figuraran discursos parlamentarios, de cuando fue senador. Aprobó o descartó (también hizo colocar algunos olvidados) todos los textos y fotos que se incluyen en el volumen. Incluso le hizo modificar el prólogo en dos ocasiones, para dar por válida finalmente la tercera versión que le presentó…
Segun Riambau, se trataba de ordenar los materiales pero, conociendo al autor de los textos, no podía tratarse en absoluto de una ordenación cartesiana, pues seguro que la habría rechazado por completo. Al final -señaló- los agrupó en tres épocas (el franquismo -hasta la llegada de Tarradellas-, los primeros años de la democracia -con él participando como senador- y su “regreso” (una palabra que Portabella nunca le admitió) al cine a partir de 1989 -sin olvidar su participación activa en la Fundación Alternativas-, estableciendo una serie de raccords entre ellos.
El siguiente turno fue el de Vicenç Altaió. Se levantó de su butaca, pegó un tropiezo al bajar de la tarima que estuvo a punto de dar con él en el suelo (Tarrida acotó, divertido, que eso sí era una impugnación a las normas) y al final entendimos que no iba de performance, sino de coger un volumen del libro de su expositor (lástima que precintado), para, con pausas teatrales, decir lo que traía preparado, empezando aproximadamente con algo así:
“Això no és una película. És un llibre, un invent que dura més que una película, registre de la paraula, de la memòria. Acte no de memòria, sinó de present. Comença amb una pàgina en blanc, que porta al silenci” (y más o menos por aquí vimos que al no poder abrir el libro no podía seguir por ese camino seguro que previsto de ir pasando páginas). En todo caso siguió un discurso vibrante, subiendo el tono de voz en algún momento, viniendo a concluir que Portabella ofrecía con ese libro “un testamento ético de un sujeto lírico”, y acabó dándole vueltas por todos lados al título del volumen, hablando de impugnadores de normas que en la historia de Catalunya han sido. En algún momento, no obstante, lanzó alguna palabra en un tono más alto del normal, como “sexualidad” y -no pude evitarlo- me fui un poco a tiempos muy lejanos, yo adolescente, acordándome de un cura desde el púlpito lanzando un sermón contra las almas acomodaticias.
El último en hablar fue Josep Ramoneda, quien explicó unos cuantos momentos, a lo largo del tiempo, que coincidió con Portabella que creía, y todos vimos, como definitorios:
Inicialmente habló de las especiales circunstancias del momento en que lo conoció. Era 1969 y se acababa de instaurar el Estado de Excepción. Él era un joven periodista de El Correo Catalán (de la plantilla que más tarde formó el añorado Tele-Exprés) y a su director, Ibañez Escofet, se le ocurrió que debían hacer una entrevista a Pere Portabella. Fueron él y José Martí Gómez, bastante más veterano que él, a entrevistarlo en un apartamento que tenía Portabella encima de Bocaccio (un apartamento que llegué a conocer, porque ahí mismo estuvimos yendo muchas veces Martí Rom y yo a entrevistarlo, repasando toda su carrera hasta entonces como productor y cineasta). Ramoneda concluyó el recuerdo diciendo que lo hicieron muy mal, porque no les censuraron ni una palabra. Eso sí: fue la primera de una serie de magníficas entrevistas a dúo Martí Gómez-Ramoneda, que se prolongaron en otros medios largo tiempo, sentando cátedra de buen periodismo.
Explicó luego que a Portabella se le veía en todos los lugares (actos artísticos y políticos, alguno tan sonado como la capuchinada o el encierro en Montserrat, por no hablar de la venida de Tarradellas a Catalunya) en que se tenía que estar. Pero también en Bocaccio o en Tuset Street. Estaba también ahí, pero, recalcó, siempre individualizado, nunca daba la impresión de ser del grupo.
Otro momento especial Portabella que evocó fue el de sus famosos “suquets”, ligando relaciones entre gente que aparentemente no podían tener nada en común, buscando entendimiento. Incluso en el más que confrontado 2017…
No anoté nada más que me recuerde ahora otros momentos señalados por Ramoneda. Bueno, sí: tengo anotado en la tambleta “Pantalones cuadro Millares”, con lo que acabaré ahí este relato, que volvió a hacerse kilométrico. Surgió en Can Framis, donde le dedicaron una exposición importante. Se ve que allí, señalando un cuadro de Millares, comentó:
-Este cuadro es importante, porque esos pantalones eran míos…
Tardó en dasalojarse la sala, rebosante de gente “que debía estar ahí”, la que acude a los grandes acontecimientos de ese mundillo cada vez más callado. Cada vez se encuentran con menos frecuencia, lo que provoca mucha conversación de actualización de ficheros. Lo que se dio por descontado: que mucho Portabella, nuestro Portabella.
Me explicaron que la de la chaqueta rosa es la Consellera de Cultura.
Viendo el vídeo preparado por Films 59.
Vicenç Altaió, Joan Tarrida, Esteve Riambau y Josep Ramoneda en la mesa redonda que siguió.
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