miércoles, 7 de febrero de 2024

La sombra de nuestros antepasados



La pareja de niños.

Su boda.

Como lo del turista un millón, detectado y sorprendido al bajar del avión de Iberia. Antes de empezar la sesión de ayer de la Filmoteca con la proyección de “La sombra de nuestros antepasados” (Sergei Parajanov, 1965), han hecho ponerse de pie a mi vecino de la fila de delante en las butacas de la Sala Chomón, señalándole como el espectador que hacía el número 1.500.000. Y vaya: ahora recuerdo que al salir de la sala no me han dado el regalín que habían prometido darnos a todos, por haber caído tan cerca del afortunado, como pasa en la lotería navideña de mi mercado. Pero bueno, el regalo me ha llegado por otro lado.
Porque un primer regalo ha sido la misma proyección del film de Parajanov, no muy fácil de ver, aunque he debido superar un doble inconveniente personal: uno primero genérico, como es que confieso me cuesta bastante entrar en las películas de Parajanov, con su estética de film independiente en subformato de los años 60/70, con sus temas y formas de representación de cuentos y leyendas, con sus vestuarios tradicionales,… aunque finalmente conecte -y a veces mucho- con ellas, como ha sucedido en este caso; un segundo consecuencia de la tarde en concreto en que tenia lugar, esto es, teniendo que luchar por mantener la lozanía en una primera sesión después de una comida celebrada con amigos, sin posibilidad de siesta posterior.
Pero el auténtico regalo ha sido lo que de hecho me había hecho vencer la pereza previa: el análisis que, como estaba anunciado, posteriormente ha efectuado Luis Aller del film en la media hora disponible, justificando sobradamente que al ciclo en el que se incluía la sesión se le llame “Aula de cine”. Hizo olvidar el bochorno que ocasionan algunos otros presentadores del ciclo, soltando una serie de banalidades que no deberían nunca corresponder a su estatus de profesores, muchos de ellos universitarios.
Luis Aller consiguió hacernos ver lo estudiada, lo planificada que está la película en todos sus detalles, como desgraciadamente no lo están la mayoría. Empezó haciéndonos recordar la imagen inicial y la última del film. És la primera el rostro de un niño. La segunda, la que en la foto aparece en la pantalla, detrás suyo, mostrando unos niños observando el interior de una habitación desde el exterior, a través de una ventana. Como si Parajanov -remató- nos quisiera decir que debemos tener la mirada inocente que tienen los niños ante esta historia de mitos y leyendas.
Tras señalar la evidente falta de estabilidad de las imágenes que nos había servido Parajanov, se detuvo la mayor parte del tiempo en evidenciar los resultados del análisis cromático del film, en el que el rojo es casi siempre -salvo en determinadas y muy significativas secuencias- el color dominante, con todas las connotaciones que a ese color quiere darle. El rojo está presente en ropas y objetos, pero también en títulos, fundidos y algún que otro efecto.
No ha acabado ahí. Aún con mucho menos tiempo para extenderse en ello, ha procedido a marcar de pasada alguno de los aspectos que adicionalmente suele tener en cuenta en el análisis de un film: el atrezo (en este caso la caracterización de un personaje mediante la moneda que deposita en una bandeja), el tratamiento de los espacios, los movimientos sincopados de cámara correspondiendo a choques emocionales del protagonista, etc.
Toda una lección en el Aula de Cinema.

El hecho sangriento.

La soledad tras una desgracia.

Un personaje odioso asediando a su segunda mujer.



 

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