miércoles, 21 de febrero de 2024

Man in black



En sesión de un Festival, La Inesperada, que tiene como característica principal dar a conocer películas que no se han visto aún por aquí, ayer la Filmoteca pasó “Man in black” (Wang Bing, 2023), un paso diferente en el cine del realitzador chino, tanto por estar realizado en Francia como por su estructura y tipo de filmación, pero igual de apasionante que -hasta el momento- siempre.
Al silencio total (en el sentido de falta de voz, no así de sonidos y, en ocasiones medidas, música) de su primera parte, le contradice en la segunda el torrente de voz que parte del único personaje de la película, el compositor Wang Xilin, quien, a sus 86 años, totalmente desnudo, nos explica todo aquello que quería expresar con sus sinfonías y otras piezas musicales, al tiempo que su dramático recorrido vital, víctima como fue de la presión política del régimen chino, culminada en el período de la Revolución Cultural, que Bing ya ha explorado y desenmascarado en otras películas.
La representación -porque es una representación- de este recorrido vital tiene lugar en Les Bouffes du Nord, en París, tan desnudo como su único ocupante, con la excepción de un piano ante el que, en un par de momentos, se sienta a ejecutar una pieza. A la sala desciende inicialmente, ya desnudo, Xilin, mientras, bruscamente, suena una música que parece indicar se trata de una auténtica bajada a los infiernos.
Se trata de una música, la de la película, que parece también querer decir, a su vez, lo que ha vivido el compositor, llegando a superponerse en ocasiones a sus propias declaraciones, irrumpiendo en otro momento en forma de potente tamborinada.
Música y personaje, tras ese silencio y vacío inicial sólo nutrido de los misteriosos gestos de Wang Xilin, que sólo luego adquirirán en la mente del espectador todo su significado, actúan por momentos a borbotones. Músicas y palabras dolorosas, sólo rotas en un momento cumbre por un escueto llanto.


 

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