El formato es algo cicatero, porque una hora no da para mucho, pero, además de que luego le han añadido diez minutos, se ha de admitir que finalmente ha ofrecido buena parte de lo que podía dar de sí. Ha sido la conversación entre Jordi Costa, comisario de la exposición que sobre Kubrick hay ahora en el CCCB, y Vicente Molina Moix, el escritor, aquí presente como autor de un librito de los nuevos Cuadernos Anagrama que lleva por título “Kubrick en casa”. Todo ello, en el marco de una de las actividades del Kosmópolis del CCCB.
La primera pregunta que Jordi Costa le ha hecho a Mr. Molina -como le llamaba Kubrick- ha supuesto una respuesta que se ha extendido media hora, pero que ha explicado ya lo principal. Iba sobre cómo llegó a hacer el libro que ahora se presenta, aunque antes ha situado también en Barcelona buena parte de su también reciente novela “El joven sin alma. Novela romántica” (Anagrama), en la que unos jovencísimos “novísimos”, como él, traban conocimiento a través de su amor por el cine. Por eso un título finalmente desechado para la misma fue “Cinefilia”.
El librito sobre Kubrick lleva en su título eso de “en casa” porque intenta un retrato personal del director, al que conoció precisamente en su casa, en donde estuvo unos ocho días -“Take your time, Mr. Molina”- para los primeros trabajos de la traducción de “El resplandor”. Ya es bien sabido que Kubrick, “puntilloso de la perfección”, según Molina Foix, logró de la Warner que le permitieran organizar y supervisar a él mismo el doblaje de sus películas. Para dirigir los doblajes españoles escogió a directores como Carlos Saura, no acabó de conseguirlo de Víctor Érice, Mario Camus,... Y Carlos Saura, concretamente, fue el que presentó a Molina Foix como traductor.
Para asentar la fama de Kubrick como perfeccionista hasta la exasperación, ha recordado que para un único plano, sin diálogos, en el que Tom Cruise sólo debía cerrar una puerta, llegó a hacer la friolera de 123 tomas...
En la conversación ha explicado cosas curiosas sobre la personalidad y manías de Kubrick. Ha señalado que la familia obtuvo el correspondiente permiso para que fuera enterrado junto a su casa. Parece coherente con una persona de la que se sabe que intentaba no viajar nunca, razón por la cual se llegó a construir en el vecindario el decorado para representar una población de Viet-Nam. El mismo Vicente Molina Foix, además de ver la tumba de Kubrick en su segunda visita a la casa, tuvo la oportunidad de encontrarse aún con el laberinto de invierno, ya algo desmochado, de “El resplandor”.
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