jueves, 1 de febrero de 2018

La nave delle donne maledette

Salvador Foraster mira a una cierta distancia cómo Valerio Carando nos vende de bien el producto.
"Si Visconti era el rey del melodrama culto, Matarazzo era el rey del melodrama popular", ha sentenciado Valerio Carando (a quien conozco un poco pero, a base de paulatinas sorpresas, voy conociendo cada vez un poco más) al presentar "La nave delle donne maledette" (Raffaello Matarazzo, 1953) dentro del ciclo "Fantasmagorías del deseo" que organiza en la Filmoteca La Casa de la Paraula.
La película es, ciertamente, un melodramón y uno llega a comprender la pasión con la que en un cine de barrio o de pueblo, en los años cincuenta, se debía seguir la dinámica revuelta de por el final de su trama, o cómo debían martillear la cabeza los recuerdos de dos o tres escenas que puntúan y transgreden de tanto en tanto la convención.
Dice Carando que es lástima ver la película hoy en día en una copia que ha perdido los 
rojos intensos por el deterioro del material Gevacolor, pero en cambio una suerte, pese a su doblaje al francés, porque él la vio en una copia en blanco y negro que no disponía de los cortes censurados que tiene esta.

Yendo contracorriente, a mí no me gusta en general el melodrama entendido como lo entiende éste, con ese respeto a las convenciones que hace que en todo momento sepas cómo se va a desarrollar la acción. Pero es verdad que en éste, de tanto en tanto, algo te despierta del "déjà vu" y te hace disfrutar. Ahí entra, sin duda:
- Un "Deberá contentarse conmigo" que le suelta la mala al capitán del navío a quien quiere seducir, mientras retira un pañuelo que cubría su escote, ahora ofrecido como promesa de compensación placentera.
- Unas bodegas del barco rellenas de prisioneras que recuerdan sobremanera a las imágenes occidentales sobre los harenes de Oriente. Imagen que luego queda reforzada cuando la trama lleva a los bailes y desenfrenos.
- Entrando en el delirio final, esa rebelión de las prisioneras que se ponen a luchar contra los marineros, pero ven que la forma de vencerlos es besándolos.
- En este sentido, el movimiento de cámara más sofisticado de la función, que, siguiendo la vista de marineros que tienen orden de disparar contra ellas, traza una panorámica por, en primer plano, los escotes de cinco o seis prisioneras.
- En varios momentos, escenas de flagelaciones y alguna que otra imagen algo pasada de rosca.
En el coloquio muchas discusiones se han centrado en las creencias religiosas de Matarazzo, que pasaba en la época por muy conservador. Pero no creo que haya demasiada contradicción en este sentido en la película. Es verdad que hay alguna escena sorprendente, que no situarías en una película conservadora de los años 50, pero -como pasaba en mucho cine de la transición-, por mucha escena salida de tono que haya, la trama y conclusión moralizante está siempre presente y sale vencedora.
La buena (algo tontita) y la mala, que en alguna ocasión tiene arrepentimientos.

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