¡Dejaros ir! - ha sugerido Pere Portabella al auditorio de la Sala Laya de la Filmoteca tras la presentación de su "Pont de Varsòvia" (1989). Y he seguido su consejo.
De este modo me he dejado llevar por una cámara majestuosa recorriendo edificios singulares de la Barcelona pre-olímpica, trasmitíendonos un concierto muy especial en el que los músicos están por las alturas de la Plaza Cucurulla, una escena del Tristán e Isolda en la sección del pescado de Mercabarna en la que la pareja de intérpretes son izados a las alturas en el climax por un par de carretillas elevadoras, una fiesta literaria con performance en el pabellón de Mies van der Rohe de Montjuic o unas cantantes de las que luego frecuentaría Carles Santos en un baño turco, con claras alusiones al cuadro de Ingres.
También en la presentación, Portabella ha situado la producción de la película tras su cese en el Senado, con su voluntad de volver a su papel de cineasta, en un momento en el que -ha dicho- detectaba cierta banalización en el arte de vanguardia, un afán de hacer cosas de calidad, pero sin perturbar a las instituciones.
Tras una serie de planos generales, en la película hay un primer plano de unas corbatas de diferentes colores y dibujos. El personaje que interpreta Jordi Dauder selecciona una de ellas para ponérsela, en una escena que me ha hecho venir a la cabeza otra similar de "Nocturn 29" (1968), en la que Lucía Bosé escoge en una tienda unas telas que tienen unos sospechosos colores de banderas. Esto me ha llevado a pensar que "Pont de Varsóvia" podría ser simplemente una interpretación de su momento histórico como "Nocturn 29" lo fue del suyo, entonces en pleno franquismo.
Un último comentario sobre la presentación que ha hecho. Portabella, dejando caer que la película entusiasmó "a Scorsese y su grupo americano" (en el coloquio posterior ha precisado que fue Jonathan Demme quien le manifestó su aprecio por el film), ha venido a decir que, ofreciendo una apariencia de calidad (facilitada por unas subvenciones superiores a su presupuesto) como si se tratase de un film standard con actores, diálogos y todo, su finalidad era únicamente hacer una propuesta rompedora. Yo creo que, como suele hacer con el tiempo, se ha ido haciendo con toda una argumentación a si mismo su película, de la que no debía recordar gran cosa, pues se ha sentado entre el público a verla. De hecho, en el coloquio ha confesado que hacía mucho que no la había visto.
Dentro de esta construcción de la película, ha explicado que tanto Gil de Biedma como Manolo Vázquez Montalbán, como "todo el mundo", le felicitaron en su momento por la fuerza visual del film, pero echaron prestes de sus diálogos (producto de Octavi Pellisa). "Nadie entendió que yo me burlaba por completo de todo eso", ha comentado.
Será un efecto buscado (de hecho, esta misma mañana Josep Torrell me decía que estaba equivocado cuando le he comentado lo horribles que me parecieron en el momento de su estreno) o no, el caso es que todos los espectadores creen -creemos- que esas escenas con diálogo "intelectual" buscan, a su manera, un cierto naturismo, como ha corroborado uno de los espectadores que, tras valorar la película como magnífico retrato de una época, al compararla con la época actual, ha alabado "el lenguaje de esos años, hoy totalmente perdido".
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