Si Gustavo Salmerón y su familia se pasan media película ("Muchos hijos, un mono,...") buscando algo por una casa que ha sido invadida con el tiempo por múltiples objetos, Saúl Leiter, en el documental visto ayer en el Zumzeig parece querer emularlos, abriendo cajas y más cajas que hablan de su vida y obra anterior. La diferencia principal está en que Julia, la madre de Salmerón, parece participar en un concurso a ver qué extravagancia aún mayor aparece olvidada en cada espacio, mientras que lo que nos va descubriendo Leiter, una vez retirado el polvo que la cubría y abierta una u otra caja sacada del caos, son unas fotografías magníficas, que lo ratifican como un artista excepcional.
Hay dos posibilidades de acercamiento a "In no great hurry: 13 lessons in life with Saul Leiter" (2012). Una, que es la que adoptaron los amigos con los que vi la proyección, es maravillarse de la oportunidad de ver y conocer a Saúl Leiter y sus cosas. Otra, que es la que desgraciadamente seguí yo, es lamentarse de cómo ideó Tomas Leach, el realizador del documental, la manera de mostrarlo.
Leach intenta captar imágenes para su película que recuerden el estilo de Leiter. Así, sobre todo inicialmente, surgen planos fragmentados, superficies cubiertas por el polvo, vidrios de ventana que apenas filtran algún color de las formas exteriores porque se muestran opacos por la lluvia o la humedad. También, no sé muy bien viniendo a cuenta de qué, le coloca a las imágenes una música que me ha parecido inapropiada y, sobre todo, le lanza unas preguntas que por su banalidad no me parece sean propias de quién, teóricamente, ha cruzado el Atlántico para rodar en NY a su fotógrafo favorito, rescatándolo del olvido.
Ordena Tomas Leach sus tomas en los 13 capítulos del título, aunque no es que éstos sean muy definitorios de nada, repitiéndose, de hecho, conceptos y situaciones. Sus iniciativas tampoco es que sean realmente ingeniosas: le sigue, por ejemplo, en sus paseos por la calle, cargado de una cámara fotográfica. Es verdad que en una ocasión de éstas pesca a Saúl Leiter intentando una fotografía (una chica en un coche, con la las hojas de un frondoso árbol filtrando la luz y dejando sombras sobre la carrocería del auto) que corresponde realmente con lo que dirías es uno de sus motivos. Pero no hay descubrimientos adicionales de este tipo, siendo en todo caso lo que va mostrando Leiter -o sus fotografías insertadas- lo que nos va acercando al personaje y a su historia.
Si conmueve el film -que veo ahora se filmó el año anterior a la muerte del fotógrafo- es porque (y Leiter creo yo que se dio cuenta, tras la satisfacción inicial que le supuso que alguien venido de tan lejos quisiera hacer una película sobre él) es porque resulta un percutante documento sobre las consecuencias de la pérdida (su mujer y modelo, tan citada), el paso del tiempo, la vejez, el abandono y el deterioro.
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