miércoles, 19 de septiembre de 2018

El bulevar del ron


Sé que esto va a desconcertar a más de uno. TV5Monde está dedicando algo así como un mini-ciclo a Lino Ventura. No está compuesto de sus películas con Melville o José Giovanni, sino que van correspondiendo a directores de segunda fila. Tras el gorila de Borderie, el otro día le tocó el turno a una que tiene bastante fama y debe ser más buena, “Taxi para Tobruk”, pero no sé qué pasó que la grabación la registró ya empezada y sin subtítulos, quedándome entonces sin verla.
Si se consulta la siguiente (“El bulevar del ron”, Robert Enrico, 1971) en Filmaffinity, se verá que recibe un suspenso de sus espectadores y ademas resulta que mi mejor “alma gemela”, con la que veo una cierta sintonía, le cuelga un tres. Pues bien: A pesar de todo eso, estuve anoche con ella hasta las tantas, porque es larga.
Es una coproducción franco-española (hace gracia ver por ahí a algún actor de por aquí); y es lo que en catalán se diría una “pocasoltada”, vamos: una completa estupidez. En el mejor de los casos podría decirse que es una película de aventuras del estilo de “¡Viva Maria!”, película esa de Malle que nunca ha conseguido conmigo sus propósitos. Y, sin embargo...
Van pasando cosas, a un ritmo que ríete tú de las películas de acción actuales, únicamente con menos fragmentación de planos, y se va dando de comer a todos los espectadores del género. Todos, y especialmente la que debe ser la guarda costera norteamericana (estamos en los años 20 de la ley seca y Lino Ventura, inicialmente con barba, es el patrón de un barco dedicado al contrabando por el Caribe) tienen la balacera de lo más suelta y con sus ametralladoras dejan inmediatamente, en plan tebeo, el suelo lleno de inocuos cadáveres. Se han inventado incluso un idiota e inverosímil juego al que le llaman “el ciego” solo para satisfacer, digo yo, el deseo de ver -en este caso oír- tiros. Y que supone que cualquiera disfruta disparando.
El idioma francés, mezclado con el inglés y el español, le da un cierto tono colonial antiguo, por mucho que no se acabe de entender cuándo y por qué es hablado por ciertos personajes. En estas reflexiones estaba cuando Lino Ventura, que se deja dirigir como deseen, por muy bajo que sea el nivel argumental y algo tonto que resulte entonces, sólo dedicado a emborracharse y -ahí la novedad a la que iba- quedar prendado de una actriz de cine... vista en repetidas sesiones. Ella es Brigitte Bardot, que está de buen ver, pero entendámonos, ya es 1971 y no tiene, digamos, la frescura de sus primeras películas. Tampoco es que aparezca muy sexy, porque la película debía ser para todos los públicos, o para un público de nivel assez infantil, y casi todo lo basan, cuando aparece en vivo, en su look como de maquillada actriz de anuncio.
Me dejé ir hasta el final. Entonces, ya por fin cansado, me dispuse a verlo pasando rápido, pero carga entonces Lino Ventura, embobado, a Brigitte Bardot y ésta se pone a cantar nada menos que el “Plaisir d’amour”. Como sea que, ya se sabe, ese placer no dura más que un instante y en cambio el chagrin correspondiente dura toda la vida, yo que estimo de verdad la canción en cuestión, casi acompañé los lagrimones de Lino Ventura y me quedé hasta el cercano final, a ritmo normal.
¿Tiene cura lo mío, doctor, o caeré en otra trampa igual?

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