Parece que vaya a acabar como empezó, con un largo travelling sobre un chico yendo en motocicleta en medio de parajes muy significativos, pero un percance –se queda sin gasolina- da pie a un apéndice humorístico. Vista ahora “Placeres desconocidos” (Jia Zhang Ke, 2002. DVD de Intermedio), entiendo perfectamente las razones por las que su realizador se hizo con películas como ésta un nombre más que respetado en el cine actual.
Esos travellings y planos secuencia en los que la cámara va siguiendo a esos dos veinteañeros sin trabajo y a la gente con la que se van encontrando cumplen perfectamente la función de, al tiempo que presentárnoslos, ir definiendo su entorno, barrios obreros de una ciudad del interior de China, en proceso de transformación siguiendo la de toda una sociedad.
Ellos, sus familias, los vecinos, juegan al billar, atienden las actuaciones de una bailarina que anuncia un licor, o asisten al teatrillo regentado por el chulo que la mantiene, un pequeño mafioso local. También están viendo constantemente en la televisión unos programas banales o manipuladores, en un ambiente de adoración por todo lo americano (el encuentro mágico con un billete de dólar, el super regalo de una Coca-Cola, hasta la evocación y baile de “Pulp Fiction”).
La pobre bailarina vive en un barrio antiguo, a punto de ser engullido por los edificios del nuevo barrio en construcción, de la misma forma en que ellos dos, justo en la época en que Samaranch nombraba a Pekín como sede de los próximos Juegos Olímpicos, circulan junto a un río totalmente seco, descampados o carreteras nuevas que no llevan a ninguna parte.
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