martes, 30 de agosto de 2016

Je m'appelle Elisabeth



No es ninguna maravilla, ni mucho menos. Pero me ha picoteado un poco la curiosidad “Je m'appelle Elisabeth” (Jean-Pierre Améris, 2006), que pasaron anoche en TV5Monde. Gracias a las nuevas facilidades del Movistar+ suelo grabar todas las películas que anuncian en ese canal, aunque casi nunca tengo una idea previa sobre qué deben ser, ni de qué van (no funciona para ese canal la ficha de la película que sí funciona –desde hace una semana con la omisión imperdonable del año deproducción- para todos los demás). Luego una simple visión acelerada (otro de los recursos puestos a disposición) deja ver a las claras que del orden de un 85% de lo grabado puede eliminarse sin preocupación alguna, porque se trata de anodinas películas hechas con las formas de teleseries: Planos de gente hablando en no importa dónde una y otra vez. No de teleseries (o asimiladas) norteamericanas, que son las que ocupan del orden del 90% de la parrilla, porque éstas presentan otro estilo (igualmente pernicioso o peor aún, y por eso huyo de ellas), pero sí de cine adocenado francés, que es también aborrecible.

Supongo que me ha hecho seguirla sin eliminarla de cuajo el que tenga secuencias con planos estudiados, discretos movimientos de cámara a base de grúa o travellings, que se adecúan a lo que quiere explicar la película, cosas de ese estilo. Fijada la atención, y buscando esperanzado que no se quedase en eso, he ido encontrando otros elementos, sin llegar nunca a convencerme del todo, porque no deja de ser una película de hora de la siesta, algo cursi.
La cría protagonista, muy asustadiza, se ve de golpe sin su hermana mayor (que va a una escuela lejana), sin su madre (que se va para tomar una distancia con su marido) y siendo pasto de las burlas de sus compañeros de colegio. Todo ello le lleva a encubrir la fuga de un esquizofrénico del hospital psiquiátrico que dirige su padre y que se encuentra detrás de la valla de piedra que limita el caserón familiar. Elementos: Ella va siempre vestida de rojo, casi como Caperucita Roja; tiene un papel un perro lobo abandonado; recuerda lejanamente a “El espíritu de la Colmena” (ella se entrega al monstruo, que no es tal). Entre los elementos negativos yo pondría el fatal papelón del joven esquizofrénico y la redundante música que, curiosamente, ha compuesto alguien del nombre de Philippe Sarde. Se basa en una novela de Anne Wiazemsky, con lo que yo ya le sacaba la punta a una posible historia personal suya, en la casa familiar materna de por el centro de Francia, pero luego he leído que no, que se trata de una historia familiar, sí, pero que le ocurrió a una amiga suya.
En un momento padre e hija se ponen a cantar “À la claire fontaine”. He podido constatar, buscando su letra por internet, lo difícil que es encontrar una grabación que no se meta hasta la cintura en la más absoluta cursilería. Finalmente me he quedado con ésta, qe se ve que aparece en otra película:

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