La instalación para audiovisuales del Istituto Italiano di Cultura se estrenaba esta tarde. La proyección de los quince minutos de "El poder sense límits", el cortometraje ideado por Luis Carceller, con guión de Josep Torrell y montaje de Oriol Sánchez, elaborado -según palabras de este último- mediante la apropiación de escenas de cinco películas sabiamente confrontadas, ha sido, entonces, técnicamente perfecta. Eso, junto a la música de Luigi Nono reproducida a fuerte volumen, y a las puertas y ventanas de la sala cerradas a cal y canto, ha hecho que los asistentes al último acto del Projecte Pasolini Barcelona para este año no tuvieran escapatoria alguna: Han debido ver y sentir el abusivo sometimiento del cuerpo de Artur London y de los de los jovencitos de la República de Salò a su captura, retención, y tortura por un poder ante el que no cabe ninguna posibilidad de escape.
Sin apenas dar tiempo a los espectadores para recuperarse del palo infringido, Luis Carceller ha explicado cómo se le ocurrió confrontar dos películas tan antitéticas como "Salò" y "La confesión", y desvelado que llegó a conocer y entablar una cierta amistad con Lise Ricol, la viuda de Artur London, ex-viceprimer de Asuntos Exteriores checo y a la sazón protagonista histórico de la película de Costa Gavras, en la que le encarnaba Yves Montand. Lise London, ferviente comunista desde su nacimiento, era hija de aragoneses, como el propio Luis, con el que tuvo un emotivo encuentro en su casa rural familiar.
Ha seguido Luis definiendo el proceso a London y otros dirigentes comunistas caídos en desgracia como una auténtica obra de arte teatral, como las que entusiasmaban a Joseph Stalin. Y recordando cómo Xavier Albertí le confirmó los mimbres teatrales del difícilmente soportable "Salò" de Pasolini.
Josep Torrell ha entrado en más detalles sobre la gestación de la pieza vista, pero ha aprovechado también para, dando un giro a su ponencia, acabar ofreciendo una hermosa proclama política, no rehuyendo aspectos de las situaciones que sufrimos en la actualidad diariamente. Sólo mediante nuevas formas de política que empoderen a la gente, ha concluido, habría posibilidad de victoria en este combate tan desigual.
Al acabar, Mumma ha recordado que hoy, a la salida, quien quisiera podría comprar hasta la una de la madrugada, porque era la "Shopping Night Barcelona". He emprendido el camino hacia casa con un amigo, quien me ha comentado que, para completar el grupo de películas que no puede soportar física y mentalmente, sólo se habría de añadir a las vistas las escenas de los mataderos de "La sang des bêtes", el cortometraje de Georges Franju. He visto entonces que, efectivamente, el Paseo de Gracia, la Rambla de Catalunya y las calles adyacentes estaban anormalmente repletas de gente, entrando en tiendas con reclamos dorados o plateados que hacían juego con las luces navideñas, o siguiendo la invitación de azafatas que ofrecían una copa de cava. He recordado entonces, y viene muy a juego con la reflexión a que invitaba la sesión, que quizás lo que me alteraba más del cortometraje de Franju era que, entre método y método -a cada cual más bestia- de eliminación de la vida de los diferentes animales en el matadero de La Villette, aparecían unas casi idílicas imágenes nocturnas del Sena, fluyendo bajo los puentes. Está bien chunga, la batallita de marras.
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