Ayer noche, mira por donde, estuve viendo televisión, y concretamente TV3. Me llamaron, diciendo que salía Pepe Rubianes. Era un programa efectuado sobre su actuación en el Teatro Capitol, creo que por 2003. Con sus más y sus menos, la sonrisa no te desaparecía del rostro. Hasta que se vertió en agradecimiento al llegar su bis, en el que situó donde correspondía a José María Aznar, a la sazón en su pernicioso penúltimo año de su mandato, ya del todo inaguantable.
El programa empezaba por l’Esquerra de l’Eixample, por donde debía vivir por esa época, porque recuerdo haberlo visto varias veces. En una de ellas, él salía distraído de un bar de la calle Aribau entre París y Còrsega, de esos normales, y casi colisiona con otro despistado, un servidor, que circulaba con un carrito de la compra por la acera. Se produjo entonces una escena versallesca, uno dejando el paso al otro, con reverencias y todo, ojos y sonrisa irónicos por ambos lados. Una escena para volver a casa satisfecho de esa vecindad.
Se echa en falta ahora mismo a Rubianes.
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