jueves, 24 de noviembre de 2016

Los reyes del pueblo que no existe


No te extrañaría oír la voz de Werner Herzog explicando la historia y enseñando imágenes tan sorprendentes como las que cuelgo, pero resulta que no es uno de aquellos documentales suyos en los que acude a rodar en un entorno perdido del mundo que le ha llamado la atención. No aparece en su lugar la voz en off de su directora real, Betzabé García. Sí, en cambio -y son difíciles de entender, de forma que me gustaría disponer de subtítulos-, junto a sus propietarios, las voces de los pocos habitantes de un pueblo del noreste de México parcialmente inundado por la construcción de una presa, que no han podido o querido abandonarlo.

Se trata de "Los Reyes del pueblo que no existe" (2015), que vi hace un tiempo que pasaban por el canal Sundance, lo grabé y ahora he visto dejándome llevar, explorando, con cierto agrado.

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Inmortal

Todo es naufragio...

Vamos a por la otra película colombiana de la sesión de L’Alterntiva en el Zumzeig, “Inmortal”, de Homer Etminani, ganadora del premio a la mejor película en el BAFICI de este año.
Yo creo que en el futuro, para recordarla, pensaré en una película sobre los restos de naufragios aportados a una playa colombiana, en la que desembocan, a poca distancia, dos ríos que arrastran de todo. Homer explicó anoche que su intención era hacer una película sobre Cosme, un peculiar hombre que vivía en la playa siempre oteando el mar, pendiente del rescate de los cuerpos que arrastran hasta ahí las olas. Experto conocedor de las mareas, cada cadáver que recogía lo ponía en conocimiento de las familias que previamente le habían prefuntado sobre un pariente desaparecido.
El largo recorrido.

Ese es un punto básico, pero hay otro que se cruza con ese, y le ofrece un trasfondo a la película del que de otra manera carecería: En la sierra, en Colombia, ha habido en estos últimos años miles de muertos. Uno deduce que uno de ellos, matado por los paramilitares, es el novio de la chica que marca el primer eje argumental de la película, en su desplazamiento por un largo recorrido desde el interior, donde vive con su familia, hasta el mar, siguiendo el curso de uno de los ríos que aporta hasta el mar cuerpos que luego el bravo y estruendoso mar deja en la orilla.
Cosme. Cada collar representa un cadáver rescatado del mar. Cuando el collar (de bisutería barata, plásticos engarzados) se le rompe y cae, dice -explicó Homer) que el alma del difunto ya se ha liberado definitivamente de su cuerpo. 

Homer Etminani ha hecho una película pobre, con muy pocos medios económicos, de ese cine que está al margen de toda estructura y distribución comercial (que se encuentra, en todo caso en festivales o circuitos alternativos), pero que a su vez está comprometido con retratar una comunidad y sus gentes. En “Inmortal”, después de varias secuencias que te aclaran mucho más cómo vive toda una sociedad que cantidad de films turísticos o un cine que ya no informa de nada (y hay que ver a este respeto la rumba que le hacen bailar al muerto en su ataud...), explica que todo es un naufragio, pero que hay cosas que siempre nos van a volver al presente. Hay gente que quiere seguir viviendo, pero sin olvidar.

Sin Título. Segundo Movimiento



Estuvo muy sugerente y productivo Julio Lamaña al intentar aunar sintéticamente en una frase el posible sentido de las dos películas que el Zumzeig presentaba anoche en otra propuesta del festival L'Alternativa (en el que ya se habían proyectado la semana pasada), su cortometraje "Sin título. Segundo movimiento" (codirigido con Ricardo Perea) y el largo "Inmortal" (Homer Etminani): Ambos films están centrados en Colombia, un país -recalcó- que ha sufrido mucho. Quizás por eso, cuando allí surge el tema de la muerte, se hace no por ella misma, sino para valorar y realmente apreciar en lo que vale a la vida.

Julio Lamaña y Ricardo Perea ya habían presentado un "Sin título. Primer movimiento" (y explicó que habrá todavía un tercero), en el que como en éste, al tiempo que se presenta un tema y paisaje muy colombiano, su banda sonora e imagen están construidos cada una por su lado. En esta ocasión vamos viendo detalles del precioso Cementerio Central de Bogotá, con los ritos y costumbres que se desarrollan en él, mientras en la banda sonora varías personas van relatando cada una una historia sobre la muerte de un conocido, en varias ocasiones nada exenta de humor.

Dijo Julio en el coloquio posterior que el montaje del primero estaba mucho más trabajado, pero supongo que se refería al diálogo de su banda sonora con su imagen, porque a mí me dio la impresión de que este segundo mostraba un mucho mayor cuidado expositivo, reflejando perfectamente esa síntesis que nos brindó inicialmente: se inicia con planos de flores, que se contraponen rápidamente con los de las piedras en las que está construido y las lápidas que constituyen el cementerio. Poco a poco van apareciendo hermosas estatuas de una u otra tumba, y gente visitando una u otra, yendo a pedir deseos a la oreja de la figura dorada de la tumba que ahora he visto por internet es del milagrero cervecero Leo Kopp, y cosas por el estilo. Al final volvemos al gris de la piedra, pero unos primerísimos planos nos permiten ver que están surcadas de humedad, en las siguientes imágenes que en alguna de ellas hasta empieza a surgir alguna hierba y de ahí volvemos a pasar a un pequeño pájaro, al estallido de la vida a partir del mismo culto a la muerte.

De "Inmortal", como esto ya resultó demasiado largo para lo aconsejable por aquí, hablaré en otro momento...

Loulú


Ya por el principio de "Loulou" (Maurice Pialat, 1980, hoy en la Filmoteca, dentro de otra sesión de esa retrospectiva magnífica iniciativa de L'Alternativa), una pareja entabla una batalla campal, a mamporro limpio uno contra el otro. Sin condición de continuidad, al poco rato se les ve la mar de acaramelados. De comportamientos de estos contrapuestos, actitudes totalmente contradictorias, está llena la obra de Pialat como, iba a decir, lo está la misma vida.
Primer largometraje de Maurice Pialat cuyo título no explica a la perfección su contenido (como sí - y muy bien- lo hacían "La infancia desnuda", "No envejeceremos juntos", "La gueule ouverte" o "Passe ton bac d'abord"), "Loulú" es el nombre de un voyou, un bruto al que para acabar de definirlo Pialat le hace hasta soltar eructos en bastantes ocasiones, del que se encapricha la auténtica protagonista, encarnada por Isabelle Huppert, que procede de una familia mucho más adinerada. En algún momento del film a él (Gerard Depardieu) se le ve satisfecho, como un sultán en medio de su harén.
Es muy bueno eso de volver a ver las películas del director por orden, porque vas notando cómo confirma su forma de hacer y evolucionar, al tiempo que ves como va cambiando el rango de edad y circunstancias de los que va a hablar la correspondiente pieza. Aquí ha tocado a una poca gente joven, de dos clases sociales diferentes, en plenos desórdenes amorosos, ella rozando una posible maternidad y enfrentándose a lo que eso puede comportar.
Y quien quiera reseguir en el film la firma de Maurice Pialat, incluso más allá de su forma de avanzar en el relato de una secuencia a la siguiente, o de esas actitudes ahora hacia aquí, ahora hacia la dirección opuesta de sus personajes, puede disfrutar de lo lindo: Señoras que no son decididamente actrices profesionales interviniendo con muy buena fe en las peleas internas de la pareja, gente que tiene unos prontos inusitados, un baile en una discoteca que desencadena venga conflictos, y una comida que, aunque se hace esperar bastante, cumple con todos los requisitos, comportando también al mismo tiempo el retiro de la ciudad y del ajetreo, para entrar en un medio popular, pasándolo en grande con la comida y bebida, acompañada de reflexiones de momentos de reposo y reconsideración de las cosas.

domingo, 20 de noviembre de 2016

Passe ton bac d'abord


No tiene, diría yo, el nivel de las otras pasadas hasta ahora en la Filmoteca en el ciclo Maurice Pialat, pero una serie de cosas hace destacable “Passe ton bac d’abord” (1978) de entre otras películas de por entonces con tema parecido.

Casi se puede montar un concurso para ver qué escena supera a las demás en esta antología de la fealdad que retrata la película: Cortinas, papel pintado, cacerolas floreadas (desgraciadamente sin registro fotográfico por internet) de casas obreras de Lens, en el norte de Francia, pertenecientes a los padres de los protagonistas rivalizan entre sí por ver cuáles caracterizan mejor una época y ambiente.

Historia cíclica, que finaliza volviendo a empezar con la generación siguiente de la misma forma que empezó con la anterior, porque no hay apenas escapatoria: Huida a París, un trabajo esclavizante, una boda que finge hacer tirar para adelante. Pocas, casi nulas alternativas para los de esa franja de edad que está acabando el bachillerato en ese mundo cerrado.

Lo primero que se ve de la película te hace pensar que estás asistiendo a un documental: El pub o café donde se pasan las horas entre bromas, el fútbol como válvula de escape. Por suerte, es un Pialat, y contiene escenas y detalles innegablemente suyos: actores no profesionales reclutados para la ocasión, estructura de esas “lagunar” con saltos irregulares entre una escena y otra, disputas e inhibiciones familiares, una comida familiar también registrada con los platos ya vacíos y, lo mejor de todo, del estilo del de “L’enfance nue”, el banquete de boda, con baile, todos emperifollados, y con cantante que previamente no tiene reparos en cantar “Frou-Frou”.

En el mismo barco

Pere Portabella, productor del film, hablando con Gerardo Pisarello, teniente de alcalde del consistorio de Ada Colau, antes de pasar a la sala.
Hoy se estrenaba “En el mismo barco” (Rudy Gnutti, 2016). Me ha parecido ver que se llenaba mucho la sala grande del Verdi y al menos la que sí se ha llenado por completo a continuación ha sido la grande de arriba, en la que ha habido una presentación y coloquio inaugural.
Un travelling nos aproxima y luego lentos movimientos de cámara rodean a un locutor (Àlex Brendemhül, que no sé por qué habla en inglés, tratándose de una película española), quien por el micrófono explica cómo en los años 30 Keynes y otros pronosticaron un progreso económico imparable... del que parece excluirse a parte de la humanidad, para al final del film explicar también un par de cuentos metafóricos, con animales de protagonistas, realmente aterradores.
Aparece entonces Zygmunt Bauman, quién habla de la metáfora que da título al documental: Estamos todos en el mismo barco, y habría de llevarse a éste en la correcta dirección. Paralelamente, y durante todo el film, vemos escenas de un barco que, no por casualidad, surca por el Ártico, desmenuzando toda su capa de hielo.
Zygmunt Bauman en el film.

A partir de entonces se nos presentan dos capas. Por una parte, toda una batería de pensadores de todo el mundo (además de Bauman) que desgranan su diagnóstico sobre la preocupante situación del planeta. Por otra parte, también recorriendo mundo, se pescan ciertas conversaciones de gente de la calle (incluso, y eso lo he encontrado positivo, mostrando los miedos y contradicciones con lo que los teóricos plantean) y –al parecer, por lo que voy viendo, resulta inevitable en documentales como éstos- montones más de gente de aquí y de allá andando por las calles de sus ciudades.
Los pensadores –y a su manera la gente- empiezan hablando de la globalización y sus efectos. En cada capítulo, una cita latina apropiada te hace ver que, a su modo, en tiempos de los romanos, ya se dio algo parecido. En un prólogo, Serge Latouche, el ex-presidente José Mújica, el economista Tony Atkinson,... señalan unas desigualdades que se han ido disminuyendo entre países, pero que se han incrementado enormemente dentro de cada país.
El primer capítulo trata del “Desempleo”, sobre el que el mismo Bauman alerta de que ya se empieza a dejar de oír el término (que podría dar a entender que se trata de una excepción frente al buscado pleno empleo) para dar paso al menos comprometedor término de “Redundancia”.
El segundo capítulo se acerca al “Gran desacoplamiento” existente entre una productividad creciente y un empleo que no crece con ella.
El tercer capítulo se centra en la “Clase Media”, cuya disminución por todo el mundo lanza las alarmas, porque varios pronostican (incluido un directivo de Amazon) que a la larga no habrá crecimiento sostenido con desigualdades tan grandes.
El cuarto capítulo habla de la herencia que se trasmitirá a las nuevas generaciones, señalando que toda una amplia capa de la población, sencillamente, no dejará nada. La economista italiana Mariana Mazzucato da en este apartado una clave muy buena de cierta perversidad y estafa en el sistema: La innovación de peso (todo el mundo digital, internet, etc) se ha logrado gracias a las grandes inversiones y subvenciones de los gobiernos, pero ahora los beneficios de esas inversiones van limpiamente a entidades privadas.
El capítulo quinto y último, por fin, es el de los “Nuevos Caminos”, las esperanzas de salida de esta situación. Tras señalar el brutal consumo de los medios naturales (Bauman otra vez: Al ritmo actual se necesitarían 4 planetas de aquí a 30 años), todos coinciden (el directivo de Amazon dice estar “para experimentarlo en una zona”) en que una salida razonable sería la distribución a todos los habitantes, sin condiciones, de una renta básica, que les cubra sus necesidades vitales básicas, y a la vez la distribución de un trabajo que con el progreso nunca podría volver a ser universal.
Bauman, ya zorro viejo, que dice tener la desventaja de haber vivido muchos años, hasta parecer su vida un cementerio de esperanzas, advierte que no ha llegado a establecer un sistema cerrado que explique cómo debe hacerse eso, pero que ve claro que es lo que debe hacerse. El problema, dice, y con esa pregunta acaba la película, no es ese. El problema es ¿quién va a hacerlo?
En el coloquio posterior, ante la pregunta de cómo evitar todo aquello que se lanza contra la renta básica por parte de sus opositores, por lo que ha venido a decir el director del documental se deduce que Bauman había seguido hablando tras la pregunta, señalando uno de los problemas más evidentes: La ausencia de un poder político mundial que, al permitir su implantación universal, anularía el efecto llamada, la inflación y otros posibles males indeseados.
También ha estado bien Gerardo Pisarello, teniente alcalde del gobierno municipal de Barcelona, quien ha alertado de que se debe ir hacia la renta básica, pero sin dejar de desatender los servicios públicos universales. Daniel Raventós, también en el coloquio, y que ha estado recientemente en una reunión en Bilbao con muchos economistas tratando el tema, le ha dado la razón, señalando que ya se aprecian varias propuestas de derechas de ir hacia la renta básica... como camino para desmantelar los servicios de bienestar públicos.
Se abre ahora, tras el periodo de estreno que esperemos sea lo más largo posible, una gran posibilidad de circuitos de distribución y espacios para la visión del film, ocasionando la correspondiente y necesaria discusión final: escuelas, universidades, centros sociales, parlamentos,..

sábado, 19 de noviembre de 2016

Maurice Pialat: l'amour existe


Me he llevado una gran decepción al ver que quien había venido a presentar esta noche en la Filmoteca "Maurice Pialat, l'amour existe" (Anne-Marie Faux, Jean-Pierre Devillers, 2007) no era Sylvie Pialat, que era la anunciada. Pero la verdad es que en el coloquio la presencia del montador de varias de las películas de Pialat, Yann Dedet, ha servido para complementar muy bien las visiones cercanas sobre el carácter y forma de trabajar del realizador.
El documental no debiera perdérselo ningún amante de los films de Maurice Pialat. Va recogiendo declaraciones suyas o de otros que lo conocieron, pero con la habilidad (como bien ha señalado Esteve Riambau en el coloquio) de que estos últimos lo hagan en off, siempre a través de secuencias significativas de sus películas o de las de otros realizadores de su estima (Renoir, Ford, Lumière).
Una escena de baile de "Fort Apache" sorprende dando la clave del origen de un baile de "Van Gogh", pero en general las secuencias que van apareciendo sirven para dar a entender lo que tienen de autobiográfico casi todas sus películas. Pialat fue un niño solitario y difícil ("L'enfance nue"), criado en un entorno rural (el saber estar en el de los padres de "Nous ne vieillerons", por ejemplo), con vocación de pintor y con "Van Gogh" como idolatrado modelo. Tuvo relaciones tormentosas con su familia y con los colaboradores e intérpretes de sus películas (el documental aporta unas impagables grabaciones en este sentido del rodaje de "A nos amours").
"Siempre buscar la verdad con lo que filmo", "Crear malestar para filmar", etc. Él mismo o los otros que hablan sobre él en la película dan una serie de claves muy valiosas para entender cómo hacía sus películas. Claves completadas esta noche por Yann Dedet, una persona que se conoce bien el paño: basta con ver la lista de films en los que ha sido responsable de montaje. Además de varios de Pialat, de gente como Truffaut, Garrel, Claire Denis o Pascale Ferran.

viernes, 18 de noviembre de 2016

Un animal, des animaux

La reparación de la pieza.
En ésta también hay miradas escrutadoras, pero no son las de estatuas, sino las de los penetrantes ojos de vidrio de algún animal disecado.
Los animales del recorrido de la evolución por el territorio, ya preparados para la inauguración.
En una sesión doble muy larga, junto a "La ville Louvre" se pasó ayer en la Filmoteca también "Un animal, des animaux" (1996), en la que Nicolás Philibert, completando el cupo de su filmografía dedicada a museos, sigue la preparación de la Gran Galería de la Evolución del Museo de Historia Natural de París, a partir de las antiguas piezas del Museo de Zoología.
La gran galería
Vemos el impresionante interior del antiguo pabellón del Jardín des Plantes, y cómo se revientan tarimas y se excava el suelo de la enorme galería para construir toda una estructura subterránea. Luego, ya, las cuitas del equipo científico para conseguir obtener una colección de animales disecados que, siguiendo la estela de la evolución, hablen de la gran diversidad de la naturaleza.
Foto de Joan Cortadellas para El Periódico delas vitrinas (tapadas) del antiguo Museo de Zoología del Parque de la Ciudadela de Barcelona.
Me quedaron ganas de visitar el espacio en una próxima visita a París, si bien, sobre todo, a parte de apreciar la esbelta y acogedora estructura de la galería, sobre todo para ver si aún se puede ver aunque sean sólo las huellas de alguna de sus antiguas y decimonónicas vitrinas. Me pesa la pérdida de las tan hermosas del antiguo museo de Zoología de Barcelona, tan tontamente -como la acogedora biblioteca- abandonadas y trasladados los restos al edifico azul del Forum. Nunca será lo mismo...

jueves, 17 de noviembre de 2016

La ville Louvre

Una estatua, subiendo sigilosamente hacia sus aposentos.

Habíamos puesto varias escenas de “La ville Louvre” (1990) como ejemplo de utilizacion acertada de travellings. Hoy se ha podido ver entera en la Filmoteca, con presentación previa de su realizador, Nicholas Philibert, quien ha explicado la forma –ciertamente curiosa y divertida- en que llegó a hacerla:
Fue como sustituto de última hora a filmar el traslado de una enorme pintura por los pastillos del Louvre hasta llegar al nuevo emplazamiento que se le asignaba en la remodelación del museo. Hecho el trabajo, de noche pensó que acababa de descubrir todo un mundo del que desconocía su existencia, y entonces volvió al día siguiente con su equipo. Recordaba la puerta de acceso para los trabajadores, por la que entró el día anterior, y pasó por ella con cámaras y demás sin ningún problema. Estuvieron filmando quince días, sin que nadie les dijera nada, pues los consideraban unos más en los trabajos de remodelación. Hizo un montaje previo de lo rodado, y con los sesenta minutos resultantes fue a ver con Dominique Paini, responsable de Audiovisual, al director del museo y confesarle lo que habían estado haciendo. Éste vio lo entregado y, lejos de enfadarse, se entusiasmó... Philibert siguió rodando varios meses más.

Del misterio inicial (El Louvre recorrido de noche por dos operarios con linternas) se pasa a descubrimientos asombrosos, como esos pasillos subterráneos amplísimos, por los que se circula con carretillas o patines, y a exploraciones montadas con una soterrada ironía que hace, por ejemplo, viajar a ciertas estatuas como si tuvieran vida propia.

No aparecen visitantes del museo, porque –ha explicado- quiso dar siempre la impresión al espectador de ser un privilegiado, que puede ver lo que habitualmente no se ve: Lo que hay más allá de las salas, los trabajos necesarios para que todo esté a punto. Sintomáticamente, el film acaba con los trabajadores manueles –que antes ya han dado muestras de ser las vedettes-, uno tras otro, posando delante de la cámara: El Louvre de los trabajadores.
Este señor ha estado divertido. Luego he visto que realmente aplicaba unas pequeñas capas de barniz a algún extremo de cuadro, pero inicialmente daba la impresión de contemplar, como pintor de brocha gorda, el trabajo de otros pintores...

La próxima vez que pise el Louvre seguro que se me vendrá, por una u otra cosa, a la cabeza.

La nueva Babilonia


Para las imágenes de las obreras en su duro trabajo ya había toda una tradición soviética. Pero para representar a la despreocupada sociedad burguesa parisina divirtiéndose alocadamente mientras las tropas francesas van a recibir una dura derrota frente las prusianas me imagino a Kozintsev y Trauber consultando y emulando las obras de gente como Toulouse Lautrec, y notoriamente sus representaciones en carteles de cafés y del baile del cancán.

Ayer en la Filmoteca, con una magnífica partitura suya interpretada en vivo por el maestro Pineda y en copia restaurada por la Cinemateca de Bolonia, se pudo ver de nuevo "La nueva Babilonia", la también imprescindible película de Kozintsev y Trauberg (1929) sobre la Comuna de París de 1871.


José Luis Márquez perseguido en Facebook


Nos presenta diariamente álbumes de fotos evocadores de las mejores películas y gentes de cine de todos los tiempos, introducidos por una cita extractada atinada y laboriosamente. Los viernes no pueden ser lo mismo, desde que entré en FB, sin su entrada sobre una canción de Leonard Cohen. Los miércoles me hizo estimar hasta películas de animación, que no suelen ser santo de mi devoción. Tiene secciones sobre carteles o música de cine, siempre exquisitamente escogidos, plenamente documentado todo. Esta misma mañana sacaba y anotaba en una libreta que abrí para estos menesteres unas cuantas de las películas que nos sugería ir corriendo a ver, y que deba la impresión de que se completaría esta noche.

Pero esta noche no tendremos nueva entrada de José Luís Márquez, ni tan siquiera podemos ir a consultar alguno de sus impresionantes álbumes a su perfil: Facebook le ha vuelto a bloquear (y ya van...), en esta ocasión por una semana. Y esta vez sin mediar desnudos por delante.

Si en una galería, pongamos, expusiera graciosamente un Veermer, Hammershoi o Velázquez, lo que está claro es que el galerista les daría todas las facilidades del mundo para seguirlo haciendo. Pues bien: Parece que esto no es así en Facebook. J. L. Márquez es de los que prestigian este tinglado, pero no hacen más que ponerle palos en las ruedas.

Sería un motivo más que suficiente para entablar una protesta colectiva por estos muros, pero la cosa funciona como si se tratase de una fábrica del principio de la industrialización, los trabajadores sin defensa alguna de unos inexistentes sindicatos.

Aunque no tenga eco alguno, mi grito desde aquí dentro: ¡Dejen ya de perseguir a José Luis Márquez! Al final, para desgracia de todos, acabará dejando FB. Y esto sería otra cosa, mucho menos vivible.
Terrible, dejar de ver y oír sobre películas y gentes como las de las fotos que cuelgo, que proceden de selecciones suyas.

Nous ne viellerons pas ensemble



“Il me manque Pialat”, le he soltado a un amigo aún impresionado, como yo, tras haber visto de nuevo “Nous ne vieillerons pas ensemble” (1972), que iniciaba en la Filmoteca una imprescindible restrospectiva de Maurice Pialat.
Como siempre en Pialat, recogiendo una comida hace mucho iniciada, ya casi por su final.

El plano inicial, sostenido, ya avisa de una película con ánimo de ser popular, pero que anuncia un cine nuevo: Marlene Jobert, callada, mirando al techo, pensando, despierta en la cama mientras a su lado duerme Jean Yanne. A continuación, en el siguiente plano, ella al día siguiente en la sala manejando un sonoro secador que ríete tú de “Jeanne Dielman...” (Akerman) mientras él contempla el panorama desde la ventana. Luego, toda la película sigue los encuentros y desencuentros de la pareja, que se tiran los trastos por la cabeza y vuelven, como por arte de magia, a reconciliarse.
El rodaje del personaje de Pialat por Marsella y la Camarga nos traslada unas magníficas escenas documentales.

Como en otras películas de Pialat hay bailes impagables, comidas que aclaran muchas cosas, personajes pueblerinos en su salsa como, en todo caso, habría sabido filmarlos sólo Jean Renoir. Un personaje que encarna Jean Yanne (de una corpulencia y fisonomía muy parecida a la del propio Pialat) de lo más inestable, capaz de lo peor y de lo mejor, que me ha hecho ver que se podría (¡por qué no!) tratar del niño de “La infance nue” ya crecido. Y nunca una secuencia convencional, hecha para enlazar, aclarar, hacer querer a uno u otro.


Decididamente, nos hace mucha falta Pialat.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Mujeres heridas

En la imagen, Gonzalo García Pelayo y su reducido equipo durante el rodaje de la película en el barrio madrileño del Pico del Pañuelo, cuyos edificios se recorren en una escena como recorría los áticos de Roma en ferragosto Nanni Moretti en su "Caro Diario".
Pues que creo que sí me ha llegado esta última película de Gonzalo García Pelayo, "Mujeres heridas"(2016), empezando por la fuerza de su título. Y era difícil para mí, que generalmente huyo de introspecciones verbalizadas, que suelen indisponerme con facilidad. No me veo yendo al psicoanalista, y menos escuchando lo que se debe decir desde el diván de un psicoanalista.
En su proceso de recuperación de sí mismo como director de cine, ahora reinventado, con la machada de tres películas rodadas al unísono este verano, y aquí la tercera, en esta ocasión GGP planta la cámara ante mujeres hablando de las marcas del amor en la edad adulta y, como en otras de sus últimas películas, iba a decir que se queda ahí admirado de todo lo que le pasa por ahí delante, y quiere traspasarnos ese sentimiento a los espectadores, pero estaría faltando a la verdad, porque no se planta ahí pasivamente, ni mucho menos: Hace por el contrario todo un caldo en el que se da el mismo valor -porque todo contribuye a la idea- a la imagen de mujeres (alguna tan próxima como su hija) explicándose, textos de un supuesto blog consultorio que circulan por la pantalla, recitados y lecturas, rótulos con versos que sustituyen por momentos a los habituales primerísimos planos escrutadores de ojos y hasta la misma música, recuperando felizmente al Fernando Arduán de "Alegrías de Cádiz" para que toque y cante unas cuantas canciones.
Se alcanza con todo ello, o al menos a mí me ha ocurrido, una extraña compenetración con estas mujeres de madurez felizmente asumida y todo lo que explican.
Si alguien tiene el momento para ver cómo les resulta la experiencia y quiere sumergirse en todo un mundo de primeros planos desentrañando la profunda emoción de la evocación, de reflexión y poesía, el enlace siguiente lleva a la película:


Susana López Corcuera, una de las protagonistas de la sesión.

lunes, 14 de noviembre de 2016

Sans rancune"



Una película convencional, rodada y montada de forma convencional, pero que se deja ver bastante bien, e incluso acaba, si se piensa bien, de forma no excesivamente convencional. Es “Sans rancune!”, realizada por el realizador belga Yves Hanchar en 2009, y vista en TV5Monde.
Inmediata postguerra, un colegio en el que acogen a hijos de ex-combatientes, métodos educativos curiosos, el descubrimiento de una vocación de escritor en el caso del hijo de un aviador desaparecido pero sin por ello mostrarla como un camino de santidad, una pequeña intriga casi detectivesca para buscar –hurgando en la madre, en el profesor antiguo amigo- los trazos del padre, excelentes actores. No está mal para una velada televisiva.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Ferran Alberich explica Llobet Gracia


Hoy Ferran Alberich nos ha explicado muchos detalles y anécdotas sobre "Vida en sombras" (1948), el único largometraje de Llobet Gracia, un hombre procedente del cine amateur que logró, a base de muchos sinsabores, la película de su vida, con una historia semi-autobiográfica que habla del cine dentro del cine.
Luciano Berriatúa y Ferran Alberich fueron, sobre 1980, los primeros restauradores de la Filmoteca (entonces Española). Berriatúa se ha hecho con el tiempo la autoridad máxima en Murnau, mientras que Alberich se concentró en la restauración de cine español. Una de las películas que ha restaurado, y casi la salvó de su práctica inexistencia previa, es esta "Vida en sombras".
Arruinó a la familia de Llobet Gracia, que se hizo cargo económicamente de parte de su producción cuando se retiraron unos inversores que habían prometido hacerlo. La calificación dada a la película la hizo prácticamente invisible, y su director, que recibe además por entonces un golpe personal familiar de importancia, es internado y le administran tres sesiones de electroshocks. Mucho tiempo después, José Luis Guarner la projectó en una sección paralela del Festival de Barcelona, y su jurado, que contaba con Antonio Drove entre sus miembros, en su entrega de premios señaló que no les había interesado ninguna película de la competición oficial, pero sí en cambio dos películas "Vida en sombras" y "France/tour/detour/deux/enfants", de Godard.
Más tarde Cabrera Infante interviene en su favor, el despido de Berlanga como director de la Filmoteca por parte de Pilar Miró atrasa el proceso, pero poco a poco va divulgándose y convirtiéndose en las encuestas en una de las películas españolas mejor valoradas. Dentro de poco se espera que aparezca un DVD con una copia que incluye lo que en su día hizo modificar la censura.
Por lo demás, oyendo a Ferran Alberich se obtienen una serie de informaciones que ayudan mucho a ampliar el conocimiento sobre el cine de por aquí. Entre las cosas que han salido hoy he anotado la idea de que el cine español de los años 40 al que inocentemente se acercó Llorenç Llobet Gracia existía básicamente como medio inmejorable para blanquear el dinero negro y otras miles operaciones más que dudosas. Y una imagen increíble que ya difícilmente se me irá de la cabeza: la de las copias de Nitrato de Plata en poder de los laboratorios siendo arrojadas al mar, para eliminar el riesgo de incendio.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Colorín Colorado


Pues ahora mismo no sé si fue "El love feroz" (1975) o "Colorín Colorado" (1976) la película de José Luís García Sánchez que vi en su estreno en el rutilante Festival de Cine Español de Molins de Rei de por esos años. La tenía grabada en la tele y anoche, para ver algo que no fuera un especialista hablando de un tío de pelo rubio estropajo lanzando frases demoledoras, puse y me vi esta última, desviando de tanto en tanto la mirada hacia la tableta.
Me ha parecido, vaya por delante, mucho más sólida que entonces, con un grado de amargura, tras haber reído con alguno de sus gags sociopolíticos, considerable. En su momento se disfrutaban sus dardos contra los progres acomodaticios, cómo Antonio Gamero hacia su papel, pero poca cosa más. Hoy ese caldo de autoironía bastante agria diría que es la que domina.
Pero venía aquí, principalmente, para hablar del papelón de José Sazatornil - inconmensurable- en la película. Aunque no hubiera interpretado a ese fabricante catalán intentando colocar sus porteros automáticos en una cacería franquista en "La escopeta nacional" berlanguiana, podría haber pasado a la historia por este padre facha de "Colorín Colorado"...

miércoles, 2 de noviembre de 2016

When comedy was king


Casi seguro que no habría ido a ver "When comedy was king" (Robert Youngson, 1959) de no haber leído que la presentaba Pere Alberó. Me daba pereza ir a la sesión de las cinco en la Filmoteca para ver una cinta sobre el primer cine cómico americano, que me decía que "ya tenía muy visto". Pero he empezado entonces a cuestionarme si realmente no me apetecía ver unos cuantos de los buenos gags de ese cine, y la respuesta ha sido que por qué no, que no estaría mal verlos desde la perspectiva actual.

Pere Alberó ha estado muy bien en su intervención, que se había preparado a conciencia, pero que ha efectuado sin leer sus papeles. Por encima de los datos concretos para situar época, sistema, actores y productores, escenificando el hecho de apartar a un lado sus papeles ha rememorado, y casi explicado para las nuevas generaciones, lo que podía ser asistir a una sesión de ese cine aún en su edad infantil por parte de un público infantil, poco acostumbrado a ver cine en esas nuevas pantallas que proliferaban por todos lados. Me ha venido el recuerdo de mi padre explicándonos cómo de expectantes iban el grupo de amigos a la sesión semanal de "la pandilla", que acababa en un punto culminante... para que les vinieran ganas de -como hacían-, volver corriendo la semana siguiente a ver el siguiente episodio.

La película es una recopilación comentada (un comentario redundante, que se quiere casi siempre gracioso, en alguna ocasión sensiblero, y estaría bien poder prescindir de él, e incluso de su música) de escenas de un largo panorama de películas que van desde los cortometrajes de la Keystone en los primeros años diez hasta otros de 1929 de Hal Roach. Y sí: me he reído viendo cómo Ben Turpin se mete la navaja de afeitar por la oreja para sacarse el jabón que se le ha acumulado ahí, o cómo el Gordo y el Flaco han iniciado una buena refriega multitudinaria a base de patada en la espinilla y puñetazo en la barriga. O también me ha parecido curioso oír algo tan perdido como las risas de la pareja de espectadores de la fila de atrás.