La transparencia marca Hitchcock, en el recorrido en el coche del inicio del film.
Recordaba el arrepentimiento de Hitchcock por haber hecho trampa al espectador en “Pánico en la escena” (“Stage fright”, 1950), aunque, por uno de esos caprichos del recuerdo, confundía lo tramposo con uno de los testimonios de “Testigo de cargo” que, para más INRI, no era película de Hitchcock, sino de Wilder.
Ahí, en ese coche, empieza el relato explicativo de él a ella que visualizamos en un largo flashback, amenizado de fondo (y posiblemente no sea baladí) por una musiquilla de artilugio de feria.
Todo este principio, ocupado en buena parte por ese flashback, con fragmentos en sugerente cámara subjetiva, tiene un ritmo de lo más dinámico, propio de película de acción muy posterior.
Luego siguen, de forma similar a otros Hitchcocks, las peripecias de unos amateurs que intentan efectuar por su cuenta sus investigaciones, todo ello centrado en esta ocasión en el mundo del teatro. La misma “investigadora” principal es estudiante de arte dramático y utiliza sus dotes en la tarea. Gozamos así mismo de la presencia de Marlene Dietrich como mujer fatal, cantando y efectuando algún número en el escenario, lo que convierte a “Pánico en la escena” en lo más cercano que ha estado Hitchcock de la comedia musical.
Podríamos dividir el film en tres partes: el vibrante reparto inicial, la arriesgada investigación casera de la estudiante de teatro, ayudada de su padre y sorteando la del inspector de policía, mientras se van alterando las relaciones sentimentales, y un final, con carroza de cuentos de hadas incluido, en el que mucho del ambiente respirado hasta entonces cambia bruscamente, e incluso algún personaje cambia también de personalidad. Una debilidad que se asocia a buena parte del género, y que el público, no obstante, acepta hoy sin problemas.
Después de una serie de películas en las que el humor se muestra más bien escaso, “Pánico en la escena”, sobre todo en su amplia fase de “investigación amateur”, con personajes como los padres de la protagonista, vuelve de lleno a ese campo, lo que hace que su contemplación en plena canícula sea de lo más agradable.
Quizás por este motivo, la asistencia a las proyecciones del ciclo en la Filmoteca va incrementándose, y ayer, por ejemplo, la sala estaba llena. Vamos, que sólo los aromas corporales correspondientes a algún cuerpo vecino sudado y no excesivamente aseado pudo hacer disminuir un poco el continuo placer de la visión.
Sus padres, la estudiante de teatro y el inspector de policía.
Marlene Dietricj, actuando en la escena del teatro en un número musical.
El escenario final de la intriga.
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