El travelling de sus títulos de crédito, auténtica incitación al viaje, que haré por qué caiga en un próximo Ombres Mestres.
De una época en la que había un determinado tipo de documentales. Por ejemplo, en Francia. Los bretones, pero no solamente esos, de Jean Epstein, los iniciales de Alain Resnais, etc.
A Georges Franju también se le conoció inicialmente por sus documentales. Era un documentalista que huía del reportaje televisivo y se centraba en lo cinematográfico, con una mirada especial, directa, a la realidad, hasta dejar ver de ella lo que tenia de insólito: su obra maestra, a no ver sin las necesarias advertencias previas, es la ahora ya muy conocida “La sang des bêtes” (1949).
Anoche vi su “En passant par la Lorraine” (1950; abajo enlace), que viene anunciado por unos títulos de crédito que son toda una incitación al viaje.
Un pellizco histórico, una fiesta popular, unos tranquilos paisajes, los engranajes de unas máquinas, todos ellos rodados con un sentido del encuadre notorio, le llevan, inesperadamente, a mostrarnos el proceso integral de unos altos hornos, desde la obtención del carbón en las minas de la región hasta el acero laminado que se obtiene, que un pensado raccord final nos explica se utiliza para la fabricación de automóviles.
La fiesta.
El gusto por las máquinas y sus acompasados movimientos.
En los altos hornos.
Un momento en el que Franju se extasía con una peligrosa danza de los obreros con la colada ya moldeada.
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