Los personajes de “Hasta luego, cocodrilo”.
Primero fue Carlos Benpar, con su “Totem sin tabú”, en el que, yo diría que sin darse demasiada cuenta de lo temerario de su relato, explicaba las mil y una trampas, las pequeñas -o grandes- estafas a las que se dedicó en cuerpo y alma para poder financiar sus películas.
Ahora, con sus “Memorias. Del cine en la transición”, que ya he acabado hoy mismo de leer, Alfonso Ungría, ya alejado de todos los trabajos a los que pudo optar por su condición de director de cine, con la tranquilidad y el descaro que ofrece la edad, desvela desde dentro todas las picarescas y el bochornoso paisaje que dominó en el panorama cinematográfico y televisivo español.
El retrato prototípico (pero con nombres y apellidos) que hace en el libro sobre el productor medio con el que se encontró tras su decisión de aceptar su integración en la industria del cine comercial, después de dos largometrajes muy personales e independientes, es el de un hombre sin cultura pero sumamente dicharachero, jovial, de gustos horteras, pendiente de reducir presupuestos (hinchados artificialmente para recibir subvenciones) con tal de cubrir sus caprichos de compra de coches, casas o vacaciones cuanto más aparatosos mejor.
Estructura su relato como un doble recorrido en paralelo, con dos momentos de partida diferentes, y va pasando de uno a otro repasando los pormenores de todos y cada uno de sus rodajes.
Quizás los de sus últimas películas -que se ven escritos a partir de los datos de los diarios personales que conserva- sean demasiado detallados, explicando demasiado sobre cómo afrontó cada una de sus secuencias y no tengan el divertido encanto de todo el inicio del libro, que se saldó con una frescura -y el comentado descaro- increíbles.
Una cosa que me ha gustado especialmente es que no sólo habla de sus películas para el cine, sino también de las que dirigió para la televisión. Es así la ocasión para recordar y confirmar lo mayúscula que fue en años la producción propia de Televisión Española, con programas que tan buena impresión me causaron, desde aquellas series como “Los libros” hasta la estupenda “Hasta luego, cocodrilo” (1993), de la que cuenta las razones, ligada a los derechos de autor de tanta música que marcó una época, que hicieron que no pudiera reponerse nunca más.
Esta serie, que me produjo en el tiempo de su emisión una auténtica admiración, es un buen ejemplo de una de las cosas que se detectan con la lectura de este libro: el impresionante descubridor de nuevos actores que fue Alfonso Ungría. Como dice y veo que está en RTVE Play (enlace abajo), ya tengo ocupación casera para un tiempo. Para los que no la vieran en su día, decirles que son seis capítulos, que marcan la reunión de un grupo de amigos cada cinco años, y que la música -desde el propio título del capítulo- es uno de los elementos principales para la ambientación.
He tenido tiempo ya de volver a ver el primero de sus episodios, que han intentado chafármelo a base de mantener, en la pantalla del monitor donde tengo su APP, un deslumbrante logo en una esquina y, sobre todo, un formato de pantalla que deforma las figuras, haciendo rechonchos los personajes, y que por mucho que me he esforzado no he sido capaz de corregir.
Alfonso Ungría, en foto de 2023 de fotógrafo desconocido, sacada de la web de La Marina Plaza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario