sábado, 23 de septiembre de 2023

The Fabelmans


Va de preferenciales personales en lo cinematográfico.
Ahora se puede ver ya por Movistar “The Fabelmans” (Steven Spielberg, 2022). Ayer nos la pasamos. Quien la haya visto recordará que tiene una escena en la que Sammy, el chico protagonista, descubre, gracias al montaje que efectúa en una moviola con la película que ha rodado en una salida campestre familiar, un hecho guardado en secreto.
En “Tren de sombras” (José Luis Guerin, 1997), un trabajo concienzudo de montaje de lo rodado por Mr. Fleury en el jardín de su casa familiar ofrece como resultado un descubrimiento similar.
Esa curiosa coincidencia en la anécdota narrada me ha llevado por un momento a una insólita comparación entre dos sensibilidades cinematográficas, y hasta posicionamientos éticos, sobre la forma de hacer, tan diferenciadas.
Una primera advertencia es que la escena de marras es, en la película de Spielberg, una de las más sutiles, de las menos subrayadas de todo el metraje. En las escenas previas -para mí las más interesantes y “sostenibles” del film- una mínima atención permite constatar que en Spielberg la descarada mentira -en forma de inverosimilitud- es válida para lograr el objetivo buscado en el espectador: la primera película de 8mm impresionada por el niño rendido al poder expresivo del cine ya le llega por correo del laboratorio de revelado completamente montada, con tomas imposibles desde su única cámara. Por su parte, sobre todo las escenas posteriores a ese momento charnela, aún con un desarrollo que hace ver una aproximación desde los teóricamente “madurados” enfoques de la sociedad actual, son ejemplo claro de los típicos del viejo cine hollywoodiense, a los que sumar ese empeño personal de Spielberg, marca de la casa, de hurgar hasta el empacho en lo sentimentaloide.
Pienso en una eventual película de idea similar -es decir: el relato autobiográfico de cómo nació en él su acercamiento al cine- en el caso de Guerin. Por un pudor de base, esa película -que pagaría porque existiese- nunca llegaría ni siquiera a proyectarse como tal. Frente al cebo dirigido a las emociones primarias del espectador en que consiste habitualmente el cine de Spielberg, habrá en su caso que atender a discretos reflejos, sugerencias en ciertos detalles perdidos en otros films, huyendo como de la peste de la redundancia, confiando en la inteligencia del espectador para que un detalle -repasado y pulido en la edición una y otra vez para que no resulte en exceso marcado- pueda llegar a buen puerto.


 

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