Marina Vinyes (Filmoteca), Rafael Giménez (SCG), Rosa Cerarols (UPF) y Meritxell Colell, esperanto para iniciar la presentacion de la sesion.
La Geografía se ha de hacer con los pies. Rafael Giménez, presidente de la Societat Catalana de Geografia, utilizó ayer en la Filmoteca esta frase de Pau Vila para completarla: pero también te puede venir a ver, como por ejemplo en una película.
Esta semana tiene lugar en Barcelona el 9 congreso de Eugeo, la agrupación de las Sociedades Geográficas. Poca broma: han contabilizado 750 inscritos, de toda Europa. El congreso tiene un densísimo programa, cargado de ponencias de todo tipo, pero además han organizado una serie de interesantes actividades complementarias, fuera de su ámbito, y una de ellas era esta sesión en la Filmoteca con el pase de “La ciutat a la vora” (Meritxell Colell, 2022) comentada en conversación posterior entre la directora y Rosa Cerarols, de la UPC.
Yo ya había visto la película, pero en el ordenador. Vi que era un acercamiento poco habitual a la ciudad (forma parte de un conjunto de trabajos producidos por el CCCB en un empeño de hacer nuevas “sinfonías de ciudad”) y, que, desde luego, tenía consistencia para iniciar con ella la una relación Filmoteca-Societat Catalana de Geografía programando films que tengan un interés geográfico. Pero cuando Marina Vinyes, la subdirectora de la Filmoteca, empezó a hablar en su presentación de los referentes cinematográficos de Meritxell Colell en la película y a nombrar a Jonas Mekas, pensaba que hablaba de otra película.
Pero ahora fue sólo empezar, viendo la cita de Robert Walser que aparece en su inicio mientras una cámara saltarina retrata unas flores amarillas, que vi cuánta razón tenía. Y no era sólo eso, sino su comentario en off como una confidència a la càmara, o todos esos rushes que mezclan planos generales con otros de detalle, y así. En el monitor lo vi todo más estable y me llegaron otro tipo de cosas, pero en pantalla grande, esa filmación en S8, prácticamente editada mientras se filmaba, casi sólo cortas tomas impresionistas, junto a esa mezcla de rodar paisajes, fijarse en detalles y encontrarse con uno u otro personaje, remiten, desde luego, a Mekas.
Meritxell Colell habla de su película como una caminata. Durante unos dos meses hizo ella sola, equipada con su “cámara S8, una grabadora y un cuaderno de notas”, de buena mañana hasta la puesta del sol, un trayecto a pie por una zona muy poco conocida de Barcelona, la que corresponde a los límites de la ciudad (cuyas edificaciones se ven casi como una amenaza) con la Serra de Collcerola. Su idea era -ha explicado muy bien en el interesantísimo coloquio- ir desde Trinidad hasta el Tibidabo, para ir captando poco a poco cómo se va produciendo el cambio de un barrio de muy bajo nivel social a uno de elevado. Pero luego se encontró con otro tipo de cosas que le captaron plenamente su atención. En cada rincón, de hecho, algo inesperado.
Antes del pase empezó hablando de la emoción que le supuso hacer una película sobre su propia ciudad, pero luego se sinceró: ella es de Gracia, y siempre su tendencia natural, al salir a pasear, era descender hacia el mar, con lo que apenas conocía el territorio protagonista de su film. Fue la pandemia y el confinamiento lo que la condujo en sus paseos a dirigirse en sentido contrario, subir hacia la montaña… y descubrir todo un mundo, donde prima la autoconstrucción, la inmigración y hasta la agricultura autogestionada y, con todo ello pequeños, casi impensables, placeres de la vida.
Iniciando el trayecto. Abajo, la ciudad a la que estamos acostumbrados a la que se dirige todo ese río de coches.
En cada rincón una sorpresa.
Una ciudad que desde el territorio recorrido por la película, con su propia vida, hace que sus edificios parezcan amenazantes.
Rosa acerarlos y Meritxell Colell, en el coloquio.
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