A la chita callando Gonzalo García Pelayo, que se planteó hacer en un año siete películas y acabó haciendo diez, para vencer la depresión postparto ha iniciado otra serie de diez y ya empieza a tener disponibles las tres primeras. A este ritmo no hay base de datos de cine que alcance a tener actualizada su filmografía.
Aviso a navegantes. En el paquete de diez previo no siempre, pero casi siempre la película venía marcada de origen por una determinada -en ocasiones hasta exótica- localización. En la nueva que pude ver anoche, “Bruna”, no es que no posea escenas de esas que destacan entornos espectaculares, de los que gustan al director (aquí hay un paseo de la protagonista, con auriculares, por un paseo-belvedere frente a nuevos rascacielos, un recorrido en barca y un paseo de dos grandes actrices por lo que creo que es Tigre, el barrio del norte de Buenos Aires), pero la carne que se pone en el asador es la de la interpretación, que aquí alcanza su máximo en planos cortos, en interiores.
Éric Rohmer, ya entrado en edades, recibía en su estudio a chicas que querían ser actrices suyas y, sirviéndoles un té y unas galletas, les preguntaba, muy interesado, todo lo posible sobre su vida y ocupaciones, recabando una información y formas de decir que luego utilizaba en sus películas. No debe ser del todo el caso de esta película de Gonzalo García Pelayo, entre otras cosas porque no firma el guión de la película, pero el acercamiento que hace con la (magnífica) actriz principal (que sí consta como co-guionista) me lo ha recordado. De hecho, unos curiosos títulos de crédito, que están justo en medio del metraje de la cinta (si se puede hablar aún así en este mundo de ficheros), aclara que la película muestra “Algunos hechos reales de la vida de Rocío López Ferreyra interpretando a Bruna”.
¡Hay que ver los aproximadamente quince minutos iniciales del film! Sin preámbulo alguno vemos en ellos el encuentro de una pareja, que pronto entendemos se trata de un reencuentro, en un bar, rememorando lo suyo: la película va, en seguida lo captamos, de desamores. ¿Por qué digo que nadie debería de dejar de ver esta intensa escena, de intenso diálogo plano/contraplano? Porque ella, Rocío López Ferreyra, interpretando a Bruna, presenta una fuerza increíble, tanto es así que pienso puede marcar un listón difícilmente franqueable en otras películas de la serie si, realmente, como aventuraba, es el juego interpretativo el que va a suponer el timón de la nueva decena.
En ésta -y esto puede servir para acallar tontas críticas que le han lanzado a GGP en el pasado-, ella se come a sus oponentes masculinos, y sólo está al mismo nivel otra gran actriz -Eva Bianco- y resulta una más sólo en medio de sus amigas, en ese gineceo de actrices hablando de sus encuentros y desencuentros con hombres.
En el juego de representación teatral de lo vivido, con cambio de papeles, hace de serenísimo director Pablo Ragoni, actor en varias películas de Lucía Seles. Como sea que GGP ha señalado que él es el principal actor de otra película de la nueva serie de diez, eso aleja, al menos a esa en concreto, del temor expresado: Es verdad: hay cantidad de estilos interpretativos, y no todos deben competir en la misma cancha.
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