miércoles, 20 de septiembre de 2023

La jubilación de José Enrique Monterde pensando el cine


José Enrique Monterde anunciaba que ayer daba su última clase-conferencia, previo a su pase como miembro del popular club de las clases pasivas, y animaba a asistir. Era en un aula de la Facultad de Geografía e Historia y su charla -a la que le había puesto el título de “Pensar el cine”- hacía las veces, además, de sesión inaugural del Máster de Estudios Avanzados en Historia del Arte.
Habrá que ir, me dije, para ver cómo resume, y de qué forma, sus treinta y tantos años en el departamento universitario. Pero al margen de su tradicional estilo, dirigiéndose con el tratamiento de usted a sus oyentes, y su conocido humor cáustico hasta para consigo mismo (“quien haya venido hoy -ha llegado a decir- se va a encontrar al mismo tiempo con una clase inaugural y terminal”) no puede decirse que haya echado mano de anécdotas personales, precisamente, para su despedida, que ha tenido en cambio buena parte de lo que se achaca a los actos académicos: quizás la frase más sencilla, ajena al tono académico, de toda su conferencia fue, precisamente, su título.
El tono necrológico ha planeado por todo su inicio: “Todos Vds saben lo que es el cine. ¿O quizás debiera decir ‘lo que fue’?”. “El cine se ha terminado, pero eso no quiere decir que no siga habiendo films”. Si atendías a su explicación posterior, esas frases tenían pleno sentido, pero no dejaban de completar un cierto ambiente tirando a negro, pese al luminoso, nada cálido y poco tradicional espacio universitario. Más adelante habló del cinematográfico como el único arte del que se conocía cuál fue su nacimiento y su muerte.
Empezó explicando la distinción entre lo cinematográfico y lo fílmico, para asegurar que su conferencia se movería por el ámbito de la teoría cinematográfica, rozando en algún momento la historia cinematográfica.
Y a partir de aquí se lanzó a hablar de los diferentes “dispositivos articulados en el cine”, pasando a desmenuzarlos. En vez del recuerdo trufado de anécdotas que por algún momento había inocentemente pasado como posible por mi cabeza, me pareció volver a los tiempos en los que te hacías ilusionado con un libro de cine y te encontrabas de sopetón con áridos textos propios de un tratado semiológico (por cierto que, no sé cómo vino a colación, mencionó en algún momento a “su amigo” Jenaro Talens…).
Me fue costando un montón entender los caminos por los que se iba metiendo Monterde, aunque fuera sin profundizar demasiado ninguno de ellos y más bien señalando que iba dejando fuera otra serie de caminos que no quería transitar. Por un momento pensé entonces en el pobre estudiante que, sin idea previa, se hubiera apuntado en un máster que había escogido por el hecho de que se iba a hablar en él (y ahí me lo imaginé con una sonrisa ilusionada en la boca) de cine y se encontraba con eso.
Hasta que, por fin, entendí que lo que estaba ofreciendo no era sino el cañamazo, como un temario interminable, de cómo afrontar todo lo que se puede analizar en un curso que se dice de estudios avanzados en historia del arte y, en este caso, del cine.
Me lo confirmó al final, cuando terminó diciendo que lo que había hecho era un guión, que ponía gentilmente a nuestra disposición (o debió ser de la de sus sucesores en el máster).
Previamente, quizás para quitar hierro a la imagen suya futura que había trasladado, de hombre atento a las obras que el ayuntamiento iba a emprender en la vía pública, corrigió algo el anuncio de la conferencia, explicando que, de hecho, esa no iba a ser su última clase. En breve dará un par de asignaturas -creo recordar que al menos una explorando las relaciones del cine y las bellas artes- en la Universitad de la Experiencia.
Luego, en vez de la placa conmemorativa que podía esperarse para rimar con todo lo oído, hubo la más bien de estar por casa entrega de regalos que le ofrecía su departamento: una camiseta con la caricatura de Scorsese y lo que parecía un ramo o una planta, con la que me pareció que no sabía que hacer.
Y, ya en petit comité, en la despedida, se interesó mucho por actividades como pases de prensa y así, a las que nos dijo que, ya sin sus ocupaciones laborales, tenía intención de volver a asistir mucho más frecuentemente. Los típicos buenos propósitos del recién jubilado, vaya.



El libro editado por la Filmoteca de de la Generalitat Valenciana en el que José ENrique Monterde ha participado con un texto de uns veinte páginas y de donde sacó el título para su conferencia.
 

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