miércoles, 28 de junio de 2023

Les affinités electives

La unión de elementos original.

Un Chabrol desconocido, por mucho que sea para la televisión, no deja de ser un Chabrol, y ayer lo pasaban en la Filmoteca. Una oportunidad única, pues.
“Les affinités electives” (Claude Chabrol, 1982) es una adaptación, claro, de Goethe, y aunque lo haya dicho de ella el propio Chabrol, dista de ser una animalada. Su máximo pecado, que lo tiene, es haber constituido un casting internacional por mor de la producción compartida, con el consiguiente doblaje de los actores extranjeros, que no casa ni con tiros y hace de barrera.
Es una versión muy vestida (trajes de época, jardines, casona palaciega de campo localizada en Chequia) que cumple aquello de que, igual que en determinados procesos químicos ciertas materias se separan de los materiales con los que estaban unidos para abrazar otros con los que son afines, puede pasar otro tanto con las personas.
No se aprecia excesivamente a Chabrol, pero yo lo veo en ciertas anotaciones haciendo notar la distinción brutal entre clases (unos en trabajos asquerosos, bajo el sometimiento total de otros que se dedican a la especulación artística y amorosa), en esa escena en la que hacen el amor cada uno pensando como pareja a otra persona, cuyo recortable ven colgado en la pared y, en general, en la enorme ironía con la que se expresan ciertas fatalidades, que llegan hasta el final.
No es un Chabrol refinado, puede hacerse algo prolijo a juzgar por ciertas desesperaciones jocosas por su trama, pero no lo veo en absoluto despreciable, pues a mí entender completa y refina el mosaico chabroliano. ¡Y qué no habría deparado con un elenco de actores coherente, sin necesidad de doblaje!

Y una de las que se van formando posteriormente, por afinidades electivas.
 

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