Louis Garrel (tras “Les amants réguliers”) y Laura Smet (hija de Johnny Halliday y Nathalie Baye, que no acabo de ver, con su rigidez, como heroína de Garrel).
Junto a este balcón, quizás la escena con fotografía más espectacular de la película.
Doy con un Garrel (Philippe, desde luego: no hay que tolerar imitadores y mucho menos demoledores de prestigio ganado a pulso) en VOSE en ArteTV, “La frontera del alba” (2008) que hasta el momento no había visto. ¡A bodas me convidan!
La primera reflexión que me provoca su visión es la corrección de la idea que me había ido formando de que la claridad argumental de sus películas no había llegado hasta la colaboración en el guión de Jean-Claude Carrière. En ésta hizo el guión con sus también habituales Marc Cholodenko y Arlette Langmann (la primera mujer de Maurice Pialat, de quien también trabajó en el film su montador, Yann Dedet) y la trama es de una linealidad absoluta. Una linealidad importante, pero haciendo ir sucediéndose aspectos de film epistolar, romántico y hasta de espectros.
Como casi siempre en Garrel (el de verdad), fotografía en blanco y negro (William Lubtschansky, con alguna imagen de interiores y de París impresionante: ver las que cuelgo). También separación temporal entre secuencias por el cierre de Iris hasta la oscuridad total de la pantalla y alguna que otra vez los típicos y clarificadores carteles de “Una semana más tarde” o “Un año después”.
Con reflexiones en voz alta de sus personajes como ésta, que me ha producido un cierto escalofrío (“El día en que muera el último prisionero de un campo de concentración, se iniciará la III Guerra Mundial”), pero sobre todo ligadas a lances sentimentales (“No hay que decir nada del amor, porque no sabemos nada de él”).
Y con situaciones que rápidamente ligamos con las vicisitudes sufridas por el mismo Garrel y sus parejas sentimentales: el miedo al suicidio o a la integración burguesa, lo inestable de la salud mental, etc. incluso parece que le estés oyendo hablar a él cuando señala, respecto a tener hijos, que “el único problema es que te da miedo que les pase algo”.
No pasa a ser de los Garrel que más me han llegado, quizás por su exagerada y algo tópica acumulación melodramática, pero desde luego es muy característico suyo, de una época determinada. A ver si pasan otro: constituye, sin dudar, en el panorama actual, un regalo.
Con su dosis de film epistolar…
Uno de los breves, casi siempre en recorridos de regreso, exteriores parisinos. ¿Será una entrada lateral al jardín del Palais Royal?
Louis Garrel y Clémentine Poidatz, en la línea de la previa, hecha con el mismo equipo, “Les amants réguliers”.
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