Carmelo Vega (izquierda), iniciando su exposición).
Las tres chimeneas, convertidas en icónicas por su insistencia. Todos recordamos otras fotografías suyas -la de la gitanilla, por ejemplo-… y luego de otros fotógrafos.
Laura Terré iniciando su exposición.
Una de las entresacadas del fondo del COAC por Laura Terré. Fuerteventura. Vi como Carmelo Vega, distinguiendo la fisonomía de su Canarias en una desconocida fotografía de Català, después de mirarla varias veces, sacó bolígrafo y papel y tomó la referencia.
Madrid, con iconos que, en color, podemos relacionar rápidamente con Català-Roca.
En ésta -que por su objetivo podría corresponder a un Maspons, sí juega mucho más con los colores.
A ver quién sería el guapo que quisiera comer estos huevos fritos de estar en blanco y negro… Eso convenció a Català-Roca.
Parece que exista una cierta resistencia a que acabe el curso y en pleno junio se encadenan -si no se solapan o chafan uno a otro- los actos. Si esto sigue así, no habrá forma de vaciar de fotos la tableta.
Ayer, en la Virreina, un Año Català-Roca que aún no ha culminado con la esperada macro-exposición que tocaría en el MNAC, se prolongaba en el tiempo. La excusa fue la presentación de un número de la centenaria Revista de Catalunya con un dossier dedicado a tres aspectos concretos sobre el fotógrafo.
Carmelo Vega, profesor de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna, esbozó dos o tres ideas muy interesantes en su análisis sobre las “Lógicas fotográficas del turismo: mirada y destino de Francesc Català-Roca”, que van a hacer que me lea con suma curiosidad su artículo.
Tras ubicar los trabajos de Català-Roca en las guías sobre Barcelona y Cataluña, pero también de toda España, de la editorial Destino y otras como Noguer en la época del turismo de masas de los 60/70 (señalando también los trabajos, más olvidados, de Ramón Dimas), recordó que, con su aspecto voluminoso, tenían mucho más de literatura de viaje bien ilustrada fotográficamente que de guías turísticas, de bolsillo, al uso.
Nos hizo ver la aparición, en esas fotos, del turista, que iba a irse convirtiendo en parte del paisaje, pero además marcó unas cuantas ideas base de análisis, como digo, muy interesantes, como las siguientes:
-que Català-Roca -y me parece ver detrás la figura de Vergés, sacando jugo a sus inversiones- aprovechaba la misma foto para su uso en la revista, pero también en diferentes guías de la editorial Destino.
-cómo Català-Roca convirtió en icónicas ciertas piezas del paisaje urbano que retrató, como las tres chimeneas de la central del Paralelo.
-que a lo largo del tiempo, Català fue persistiendo en unas cuantas ideas recurrentes. No tuve tiempo de sacar foto, pero nos mostró unas cuantas fotografías, por ejemplo, de hamacas tomadas por detrás, a contraluz, en las que se vislumbra la silueta de una bañista.
-que, aunque puedan parecer en sus antípodas, el proyecto de Català en sus guías de España no está tan lejos del de Ortiz Echagüe. Mientras éste veía sus fotografías como un documento de la España que desaparece, Català-Roca nos hablaba, eso sí, de la España que estaba apareciendo.
Ya en alguna ocasión he comentado por aquí que conocí a Francesc Català-Roca en un momento en que defendía a fondo la fotografía en color, en un mundo que era en color. Laura Terré, comisaria del año Català-Roca, ha centrado su artículo en sus fotografías en color, y ayer intentó ofrecer las razones por las que ese tipo de fotografías suyas son hoy aún muy desconocidas.
Nos explicó que en 1973 Català-Roca fotografiaba ya exclusivamente en color, mientras que sus primeras fotos en color (aunque yo recuerdo los rojos de sus tempranas placas de vidrio para el Clínico) serían de por el año 1963.
Varias cosas que retuve de su exposición:
-Fue su fotografía predominantemente monócroma, ofreciendo las formas más por la oscuridad que por el color.
-Mientras que Cartier-Bresson llegó incluso a destruir buena parte de sus fotos en color, Català-Roca hacia una defensa encarnizada de ellas.
-Debía luchar contra una comparación desfavorable, sobre todo, por razones técnicas. Mientras que el Kodachrome resiste bien el paso del tiempo, no es así con el Ektachrome.
-Comisarios y montadores de exposiciones que quieren estudiar un fondo que, en el caso de Català-Roca, está aún por explorar (ella ofreció una primera cata a vuelapluma sobre lo que el archivo del COAC tiene digitalizado) tienen que pensar en una reconstrucción laboriosa y llena de dudas, cosa que no pasa con el blanco y negro.
-Fue en el libro “El que hem menjat” (con texto de Josep Pla), donde, ante la evidencia de unos huevos fritos, dice Laura Terré, Català-Roca acabó por ver claro que su apuesta debía ser por el color. Como le entresacó de sus memorias: “Si la fotografía se hubiera inventado en color, nadie habría echado en falta al blanco y negro”.
Por último, no pudieron evitar pedir a Martí Rom, aunque ha escrito un texto sobre los documentales cinematográficos de Francesc Català-Roca, que hablase de su experiencia personal con él.
Ahí apareció, como no podía ser de otra forma, Montroig y su amado Joan Miró, a quien le ha dedicado tres voluminosos libros centrados principalmente en su relación con la tierra de sus padres.
Català-Roca fue, entre otras cosas, el discreto fotógrafo de Miró en el trabajo, una persona discreta, casi invisible, para un taciturno Miró que estaba acostumbrado a su presencia.
Sorprendió Martí-Rom al auditorio con varias exclamaciones “pour épater”, pero también precisando exactamente la fecha del encuentro entre Català-Roca y Joan Miró: el 1 de abril de 1953. Explicó el por qué de tanta precisión en esa fecha, pero es lo de menos. Lo importante está, me parece a mí, en el razonamiento que hizo para dar a entender que el fotógrafo sabía mirar a Miró. Un razonamiento que es la base de sus libros, en los que también explica a Miró a través de su conocimiento mutuo de Montroig.
Si alguien ha llegado hasta aquí en esta desconsideradamente larga crónica de una presentación, tiene premio. Aquí va el enlace al documental “Francesc Català-Roca: apunts”, que Martí Rom hizo para la monografía -libro y documental- del Cineclub Associació d’Enginyers, que resultó ganador al premio al mejor videograma (sic) que daba en aquel entonces la Generalitat. Fue con el que se acabó el acto:
Y, por fin, ya presentan a Martí-Rom, pidiéndole que hable como conoció a Català-Roca y de su experiencia con él.
Por último, el pase del documental…
Y la atención de los tres ponentes al mismo.
Final, ya tarde, sin coloquio demasiado animado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario